David ORIHUELA

Las comunidades israelitas de Madrid, París o Viena, querían tener entre sus fondos el legado de Abraham Pinto Coriat, judío sefardita y gran filántropo y mecenas nacido en Tánger en 1899 y fallecido en Madrid en 1985. Pero, al final, el lugar de destino de parte de la biblioteca de Pinto será la Comunidad Israelita del Principado de Asturias, con sede en Oviedo.

La donación se hará efectiva hoy en un acto en el que estará presente Pilar, hija de Pinto, y el concejal de Cultura del Ayuntamiento de Oviedo, José Suárez Arias-Cachero, además de Aida Oceransky, responsable de la comunidad en Asturias.

El donativo consiste en 150 libros con gran valor histórico, sentimental y bibliográfico, en opinión de Oceransky. «Son libros religiosos, y lo que más nos emociona es que son los libros que él utilizaba para rezar», explica la responsable de la Comunidad Israelita de Asturias, que añade que «hay volúmenes de conocimiento profundo del judaísmo». Como detalle de bibliófilo están unos libros editados en el siglo XIX en Jerusalén «que están escritos en ladino -variedad del castellano que, en época medieval, hablaban los judíos en España, y que, en la actualidad, hablan los judeoespañoles en Oriente- pero con caracteres hebreos», comenta ilusionada Oceransky.

Para la comunidad israelita de Asturias, «esta donación tiene un enorme valor sentimental y simbólico, dado que son los libros que pertenecieron a una de las personas que más se esforzó en hacer visible la huella judía en la época esplendorosa de Sefarat». Los elogios los hace Oceransky extensivos a la hija del filántropo «que se muestra como digna heredera de su padre adoptivo al hacer esta donación a una comunidad pequeña que no cuenta con fondos para este tipo de adquisiciones».

Abraham Pinto se guió a lo largo de toda su vida bajo el principio de ayudar a los más necesitados y ésa ha sido una de las claves para que su legado viaje a Oviedo y no a otra ciudad española o europea.

Pinto provenía de una familia de ocho hermanos que emigró a España desde Tánger en la década de los 60 del pasado siglo debido a los problemas de acoso y ruptura de la buena convivencia con los judíos que habitaban los países árabes del Mediterráneo. Esta población mantenía un gran afecto por España, que habían recibido de sus ancestros como herencia con la obligación de transmitirlo y mantener las costumbres heredadas.

La integrantes de la familia Pinto procedían del mundo financiero y de los negocios, por lo que se establecieron en Madrid, donde levantaron la empresa Pinto y Compañía, que tenía su sede en el edificio IBM del paseo de La Castellana. La fortuna familiar les sirvió para invertir en diversos campos como el financiero o la promoción inmobiliaria, con Jacques, el hermano mayor a la cabeza de la empresa.

Los Pinto, siguiendo el mandato de la Tora sobre el diezmo de los beneficios que debe ir a cubrir necesidades de otro, encomendaron a Abraham buscar a quién ayudar, a qué institución apoyar económicamente o a qué familia tenderle una mano.

Ante el abandono en que se encontraba el patrimonio sefardita en España se volcó en conseguir que la sinagoga del Tránsito, en Toledo, recuperase su esplendor. Pinto hizo todo lo posible y finalmente logró verla restaurada. Lo mismo hizo con la sinagoga de Córdoba. Pinto apoyó también la apertura de colegios en Israel, incluso antes de que se fundara el Estado judío.

Abraham Pinto destacó además por ser promotor del diálogo judío-cristiano y por el entendimiento entre religiones.

Hoy su legado pasará a manos de la Comunidad Israelita en Asturias.