Diana DÍAZ

Josep Vicent (Altea, Alicante, 1970), titular de la Orquesta Mundial de Juventudes Musicales, dedica esta semana su visión de la música a los alumnos del Conservatorio Superior. El domingo, los resultados de la concentración se verán en un concierto en el Auditorio, con la interpretación de «Una noche en el Monte Pelado», de Mussorgski, «Ascensión», de Messiaen, y «Romeo y Julieta», de Prokofiev. Vicent, cuyo rostro se ha popularizado tras su paso por la televisión, ha aparecido ya en otras ocasiones frente a la OMJM y la OSCO. Ha sido percusionista en la Orquesta del Concertgebow de Amsterdam y ha dirigido importantes orquestas nacionales, situándolo en el candelero de la dirección. Entre sus proyectos está, el año que viene, un «Retablo de Maese Pedro» en el Real y Liceo, y «La Voz humana» de Poulenc en la Ópera de Leipzig.

-¿Qué tal su actividad con los alumnos del Conservatorio?

-Trabajan duro y sacarán adelante un concierto espectacular, moderno y lleno de pasión. Mantengo una relación habitual con Oviedo. Es una ciudad en la que pasan muchas cosas y es imprescindible impregnarse de ellas.

-En su trayectoria se encuentran la tradición y novedad musical. ¿Cómo entiende esa intersección que, en ocasiones, lleva a conflictos?

-Tenemos la responsabilidad de ser testimonio de nuestro tiempo, para influenciar el camino hacia el futuro. Esto sólo puede hacerse mirando el material de nuestros ancestros, para encontrar un camino que sea, además, coherente con lo que vivimos. Hemos de recoger unos frutos en los que invertimos para descubrir. Y llevarlos a la diversidad cultural y los intereses de hoy. Los inicios de mi carrera como percusionista labraron mi concepción de la música.

-¿En qué sentido?

-Tuve la suerte de vivir el «boom» de la percusión en la segunda mitad del siglo XX, y estrenar obras de autores contemporáneos. Con la percusión hallé el lenguaje con que expresarme, lo que desembocó en obras de composición propia. Pero mi labor de intérprete está por encima de la de compositor. Especialmente frente a una orquesta, la interpretación más elevada que existe.

-En 2010 concluirá su labor titular en la Orquesta Mundial de Juventudes Musicales. ¿Cómo valora, hasta hoy, su experiencia en la formación?

-La OMJM es una escuela orquestal imprescindible en mi vida. Un experimento intensivo de la realidad. Es un éxito de convivencia a través de una ilusión común, la música. Es un lujo trabajar con jóvenes músicos de distintos países, con formas variadas de entender el instrumento y el repertorio. Ahora vivo un momento de cambios, de toma de decisiones. Pero con muchos proyectos. E ilusión de encontrar nuevas maneras de transmitir con fuerza renovadora la música clásica.

-¿Qué claves requiere una dirección artística para que evolucione un proyecto orquestal?

-Lo primero es ver las inquietudes de la sociedad a la que sirve y asumir la responsabilidad de un proyecto sano que sea público, que eduque. Necesitamos proyectos jóvenes, que tiendan puentes con la sociedad y que afronten la interpretación sin complejos. Hay que recuperar las ganas de asistir a un auditorio por placer, sin elitismos.

-¿Cómo ha trascendido su papel de jurado en el programa televisivo «Tienes talento»?

-Positivamente. Observo nuevo público que se acerca a mis conciertos. La música clásica no puede dar la espalda a la fuerza de promoción que hace la televisión. Es muy fácil decir que la televisión sólo programa basura. Será lo que pide la audiencia. Podemos influir en los medios. Yo he intentado dar una imagen renovadora de mi profesión. Espero haber abierto nuevas vías en la música clásica. Porque, en los medios, falta encontrar palabras e imágenes que acerquen la música con la energía del escenario. No hay nada más capaz de emocionar que el sonido. Hay que renovar la forma en que aparece la música en los medios, no la cantidad.