P. GALLEGO

«Me sobrecoge pensar que en esta misma sala, hace 201 años, quienes eran los representantes del pueblo asturiano tomaron una decisión de enorme trascendencia histórica». El concejal de Cultura del Ayuntamiento de Oviedo, José Suárez Arias-Cachero, presidió ayer en la Catedral el homenaje que conmemoró la proclamación de soberanía de la Junta Suprema de Asturias, el 25 de mayo de 1808, y la declaración de guerra a los ejércitos napoleónicos.

Y lo hizo con duras críticas hacia el Gobierno y el Parlamento regionales, a los que acusó de «dejadez». «No le corresponde a un concejal asumir este papel», denunció. «Como asturiano y cargo público siento una doble sensación, orgullo y vergüenza, ya que quienes hoy ocupan esos puestos no tienen ni la altura de miras ni la visión necesaria para defender hoy en día los valores que necesita Asturias».

Alrededor de las doce y media del mediodía, la Banda de Gaitas «Ciudad de Oviedo» recibía en la entrada al claustro catedralicio desde la Corrada del Obispo a una Guardia de Honor compuesta por cinco soldados y un abanderado, miembros de las asociaciones recreacionistas ARCHA.

Ellos representaron a las tropas españolas de inicios del siglo XIX que, según Ignacio Gracia Noriega, escritor y colaborador de LA NUEVA ESPAÑA y encargado de narrar los hechos acaecidos, fueron capaces de vencer «al soldado más ilustre de Europa». «Nunca en Asturias se había tomado resolución tan grave», aseguró, «y Oviedo volvía a ser la capital del reino».

Junto al concejal y Gracia Noriega estuvieron el presidente de la Asociación de Amigos del País de Asturias, José María Fernández González, y Emilio de Diego, profesor de Historia Contemporánea en la Universidad Complutense de Madrid y autor del libro «España, el infierno de Napoleón». «Asturias fue una adelantada en la lucha por la independencia de la nación», explicó De Diego, «y el Principado fue principio y motor de la lucha militar y claro responsable de la victoria». «En época de crisis», finalizó Arias-Cachero, «aquellos hombres fueron capaces de sobreponerse a la situación y marcar el comienzo de la libertad y de la modernidad».

El acto de homenaje finalizó con la presentación de armas de la Guardia Militar de Honor y la ofrenda de una corona de laurel ante las placas que, en un espacio próximo a la sala capitular, conmemoran el centenario y el bicentenario del alzamiento, un suceso con el que la ciudad se ha volcado para tratar de que no caiga en el olvido.