D. ORIHUELA

Manuela Rodríguez Alonso tiene 87 años y siempre ha vivido en el tercero izquierda del número 8 de la calle Milicias Nacionales. Allí vivió su madre desde cría y a esa casa regresaba Manolita, como la conocen sus allegados, después de cada uno de los viajes que la llevaron por medio mundo.

Es su hogar y en los últimos años ha visto cómo se deteriora sin poder poner remedio. El piso es de alquiler y las humedades lo están destrozando. En casi todas las habitaciones de la casa el techo y las paredes se están resquebrajando. A mediados de mes una intensa lluvia agudizó la situación, que se prolonga desde finales de 2005. El agua arrolló por las paredes de algunas habitaciones arrastrando el papel y la pintura.

En una esquina de uno de los cuartos cuelgan dos pequeños cuadros con textos de Charles Chaplin y Benedetti. Manuela Rodríguez Alonso está un poco sorda y le duelen las rodillas, pero por lo demás mantiene una forma física y una agilidad mental impropias de su edad. Pero la casa se le cae encima -por ahora en forma de polvo de escayola- y le cuesta conciliar el sueño. «Cuando me jubilé, compré un montón de libros», lecturas pendientes acumuladas durante años de trabajo, «pero ahora ya no tengo ni ganas».

La humedad ha calado en la vivienda y también en el ánimo de su inquilina. Ha hecho lo imposible para convencer a los propietarios de que arreglen el tejado del edificio para que no le entre el agua en casa. Ni con denuncias lo ha logrado.

La mujer se lamenta pero mantiene el sentido del humor: «El día que me muera, el dueño brindará por ello». El piso de Milicias Nacionales, un tercero sin ascensor, guarda toda su vida y en los últimos años ha tenido que ir viendo cómo las humedades y el agua estropeaban algunos de esos recuerdos, especialmente los muebles. Pide que el Ayuntamiento interceda para obligar al propietario a cumplir la legislación y arreglar los desperfectos.