La primera ópera de la temporada ovetense cerró capítulo, como es habitual, con el concierto alrededor de «Ariadne auf Naxos», una de las actividades del ciclo más destacables, por un valor añadido, además de contextualizar el título lírico correspondiente. El repertorio y el formato de estos recitales atienden a la demanda del gusto más exquisito. Se trata de profundizar y disfrutar de verdaderas oportunidades que redondean una arraigada oferta lírica, por eso no debería ser extraño encontrar el cartel de aforo completo en una sala de cámara como la del Auditorio ovetense.

Alrededor de «Ariadne auf Naxos» se volvió el domingo hacia el tratamiento genial de la voz por parte del compositor, Richard Strauss. Y fue a través de los «lieder», canciones en este caso adaptadas para voz y piano, que sirven para dar rienda suelta a los sentidos del arte musical. De este modo, el recital fue un paso más en el asentamiento de las formas de Strauss en la ciudad.

La expresión lírica de la poesía despertó en Strauss un canto de amplios límites, pero no sin sutilezas. Como en sus personajes operísticos, demostró su dominio de la voz humana, con las múltiples caras de la expresividad a través de la conjunción de música y texto. La inspiración y la riqueza del recorrido de la obra de Strauss desembocaron en un estilo reconocible. Esa evolución pudo escucharse en el recital del Auditorio, a través de dos voces de soprano de diversa naturaleza, las de Maite Alberola y Rocío Martínez. Patxi Aizpiri acompañó a las cantantes al piano, instrumento al servicio de los textos y, especialmente en el caso del concierto del domingo, con total respeto por la voz.

Desde la frescura de los primeros «lieder» que abre «Weihnachtslied», pasando por páginas conocidas como el «Wiegenlied», para terminar con una muestra de las «Cuatro últimas canciones», el cenit de una composición constante y progresiva. Martínez y Alberola ofrecieron este viaje por la vida y obra de Strauss.

«Morgen!» fue una página en la que Martínez pudo lucir sus cualidades vocales, de bello timbre y fraseo expresivo. La soprano solventó además páginas de gran peso como «Hat gesagt bleibt's nicht dabei» y las agilidades y giros al agudo de «Amor», reflejo de la Zerbinetta de «Ariadne auf Naxos». Alberola, por su parte, ofreció una lección del mejor canto, con una voz llena, bien matizada y de melodías radiantes, como dejó cuenta a través de los contrastes en «Verführung», la compleja línea de «Wiegenlied», así como en la serenidad de «September».

No hay Strauss sin sensibilidad, como apuntaba Javier Gómez, tesorero de la Ópera de Oviedo, en su presentación del recital, pero tampoco sin experiencia. Cualidades éstas imprescindibles por extensión en una organización que, como la Ópera de Oviedo, impulsa una industria cultural ambiciosa.