Pablo GALLEGO

La música clásica cruzará mañana en Oviedo la frontera de la modernidad. A las ocho de la tarde el director ruso Gidon Kremer sumará a su formación, la Kremerata Báltica, una de las últimas sensaciones de internet, el dúo de artistas formado por Aleksey Igudesman (violín) y Richard Hyung-ki Joo (piano). Con esta inusual formación Kremer ofrecerá un espectáculo que va más allá de lo musical y que a través del repaso de clásicos de la música y las bandas sonoras del cine denuncia cómo la sociedad de mercado actual «nos aleja del verdadero significado de la música».

El ciclo de conciertos del Auditorio, patrocinado por LA NUEVA ESPAÑA, abre así una vía a la difusión de las nuevas expresiones musicales, en un montaje que incluye efectos de luz y sonido que rara vez se utilizan en los espectáculos sinfónicos convencionales.

En un programa dividido en dos partes- «Pasado» y «Presente»-, la obertura «Malena» de Morricone dará paso al joven Mozart visto como James Bond, según Igudesman, o a la mezcla de los tangos de Piazzolla con las composiciones de Bach en «Ave Astor-Libertango». Tras el descanso, la «Dolce vita» de Nino Rota precederá, entre otras obras, a un montaje sobre «El Danubio azul» o a un fragmento del adagio de la «Décima sinfonía» de Mahler.

Como el profesor que da una clase a sus alumnos, Kremer traslada a público y orquesta a una especie de escuela en la que enseña cómo cruzar las fronteras entre distintos estilos musicales. «¡Todo el mundo quiere ser una estrella!», apunta el programa de mano del concierto. En consecuencia, y según Kremer, «perdemos de vista el verdadero significado de la música: la unión de los sentimientos y la razón, la expresión más íntima y profundamente emocional del alma».