Directora de la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación

Chus NEIRA

Zulima Fernández (Gijón, 1956) es desde octubre la nueva directora de la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (ANECA), el órgano del que depende buena parte del proceso de acceso a los cuerpos docentes de la educación superior en España y encargado, también, de dar el visto bueno al salto a Bolonia de los estudios universitarios. Catedrática de Organización de Empresas de la Universidad Carlos III de Madrid, Zulima Fernández aprovechó una visita a su tierra para analizar los retos y pegas que se plantean con el cambio de modelo universitario.

-Con la «nueva» Universidad, la de la calidad y Bolonia, ¿se gana en empresa y se pierde en academia?

-¿Qué entiende por académico?

-Formación pura, el conocimiento por el conocimiento.

-No estamos perdiendo nada. Es cierto que hay una polémica internacional entre la idea de una fábrica de saberes abstractos y la de su traslación al mundo real, entre investigar para conocer o para que eso llegue a la sociedad. Pero tanto en investigación como en formación, el conocimiento y transferencia a la empresa a la empleabilidad se tienen que compaginar.

-¿Es eso Bolonia?

-Bolonia nos permite tener la fábrica del conocimiento y dotar a los estudiantes de otras herramientas. La Universidad española es humboldtiana, es decir, se potencia la investigación para mejorar la formación. Pero formar también nos sirve para crear empleo. Sobre Bolonia hay muchos malentendidos. A menudo se nos acusa de una cosas y de su contraria.

-¿Por ejemplo?

-Antes, de estar en nuestra torre de marfil y de no enseñar cosas útiles al estudiante. Ahora, de vender la Universidad. Llevo toda la vida escuchando que la Universidad no estaba conectada con el mundo real. Bueno, yo considero que la Universidad española era y es una buena Universidad, pero nos faltaba lo que Bolonia quiere introducir, hacer más activa la formación, completar el desarrollo del conocimiento. Pues parece que eso es vender y mercantilizar. No deja de sorprenderme. La Universidad es parte de la sociedad y debe servir a la sociedad. Y servir no quiere decir que vaya a perder su independencia. Se puede ser independiente y estar atentos a lo que la sociedad demanda.

-¿Los grados de Bolonia suponen renunciar a la formación generalista en favor de una mayor especialización?

-Esa es otra confusión. La idea de Bolonia es que el grado sea generalista y la especialización venga en el posgrado, en el máster. Con dieciocho años se tiene una idea muy vaga de lo que te gusta y menos de en qué trabajarás. La hiperespecialización desde muy joven te vuelve obsoleto.

-¿Encajan las ciencias humanas en el nuevo modelo universitario, tan de exactas, tecnológico?

-Es al revés. Humanidades ya estaba preparada para Bolonia, porque su forma de trabajar encaja en el modelo. Las humanidades son muy didácticas, con discusión de textos, y eso es Bolonia.

-¿Dos alumnos en una clase de Filología Románica es Bolonia?

-Con dos alumnos o con cien, pero con dos alumnos es un seminario de Oxford. ¿No es eso calidad?

-¿Y quién lo financia?

-Eso es otra cosa. Hacen falta más recursos, pero también más técnicas docentes. Sin recursos suficientes Bolonia es complicado, pero también se pueden hacer otras cosas. La masificación universitaria, la de mi época, los años setenta, ha desaparecido. Los tamaños de las clases son bastante manejables y creo que no sobra que se nos den nuevos métodos docentes para poder optimizar nuestro tiempo en una clase con cincuenta alumnos, por ejemplo.

-¿Qué métodos?

-He montado pilotos de Bolonia y hay mecanismos, como nuevos sistemas de evaluación nada triviales que funcionan muy bien. Eso también son recursos.

-Acaba de referirse a la universidad de los setenta. ¿Es nostálgica?

-Para nada. Si sigo en la Universidad es porque me parece el mejor mundo en el que se puede vivir.

-Pero aquello debió de ser una fiesta.

-Siempre digo que aprendí más fuera de las aulas que dentro. En aquel momento lo que aprendías fuera era una postura política.

-Poco que ver con el estudiante de aquí y ahora.

-Es que ahora la realidad es otra, muy distinta. Entonces la realidad era muy complicada.

-Otra cosa: ¿qué le puede decir a un doctor universitario de 30 años al que no le dan más docencia por no ser titular y que no puede ser titular porque la ANECA le exige más docencia, dirigir tesis...?

-Se está confundiendo lo que es la aplicación que el profesor rellena y los documentos que aporta con lo que realmente se exige. En esos protocolos se trataba de que el evaluador tuviera todo la información disponible. El protocolo es absolutamente exhaustivo para que el evaluador se pueda hacer la mejor idea posible. Por otra parte, cuando se empezó a desarrollar el real decreto hubo que acometer una cantidad de trabajo enorme. Ahora sabemos más y podemos reflexionar. Lo que va a pasar es que, con calma, vamos a revisar el procedimiento. El proceso de acreditación, a cualquier nivel, tiene que dar señales correctoras. No puede ser un barrera entre los docentes y su acreditación. Ahora que el grueso ha pasado, nosotros también hemos aprendido. Somos una agencia de calidad y la calidad también es reajuste. Hay que revisar el procedimiento y no descarto una información más comprensible.

-¿Por qué los expertos no pertenecen a las áreas de conocimiento que examinan?

-Que no sea de la misma área de conocimiento no quiere decir que no evalúe con precisión niveles de publicación o currículum. Yo misma lo he hecho.

-¿Por qué son anónimos?

-No me parece tan grave. En las revistas científicas extranjeras los «referee» (evaluadores) también son anónimos. Y a veces te dicen cosas muy desagradables.