En los últimos días pudo verse en el teatro Campoamor una extraordinaria versión de la obra «Los sobrinos del capitán Grant», de Manuel Fernández Caballero. Miles de espectadores disfrutaron con esta sensacional creación actualizada con ingenio y perspicacia, y que ha recibido continuos reconocimientos cada vez que sube a escena.

De manera paralela se cruzan cuestiones de política cultural en las que se deja ver tal inquina contra el género lírico español que sólo la ignorancia puede justificar. A día de hoy, tener que salir defendiendo la zarzuela es como si nos viésemos en la necesidad de justificar la calidad de la pintura o de la literatura española. Ha existido históricamente un prejuicio hacia la música de nuestro país que sonroja por su atrevimiento e injusticia. ¿Se imaginan a los austriacos o a los franceses despotricando en contra de la opereta?

Conviene dejar bien claro que la zarzuela -en su inmensidad de estilos y épocas históricas- es una de las grandes aportaciones genuinamente españolas a la cultura musical europea. Es evidente que, como otras disciplinas, tuvo una dura travesía del desierto que lastró su desarrollo. Pero hace décadas que todo eso quedó atrás. El género ha sabido renovarse en múltiples frentes: el musicológico -la labor de Emilio Casares a través del Instituto Complutense de Ciencias Musicales y del departamento de Musicología de la Universidad de Oviedo ha sido esencial- y el escénico, con la renovación total de las propuestas, que encabezó con enorme acierto otro ovetense, Emilio Sagi. También la apuesta de los jóvenes directores de orquesta y de las nuevas generaciones de cantantes y actores ha sido y es crucial.

En todo ese proceso de puesta en valor zarzuelística una ciudad española ha sido clave: Oviedo. El teatro Campoamor ha defendido la lírica española con un arma imbatible: la calidad. El Festival de Zarzuela ovetense ha ido de la mano del teatro de la Zarzuela de Madrid, propiciando un crecimiento constante que tiene el refrendo de miles de espectadores de Oviedo y de toda Asturias. E, incluso, del resto de España. Un ejemplo: a una de las funciones de «Los sobrinos del capitán Grant» asistió un grupo de casi sesenta aficionados de Bilbao que, además, pasaron el fin de semana en la ciudad. Oviedo es líder, por tanto, en la reivindicación patrimonial de la zarzuela, llegando a extender el género a otros países y coproduciendo con teatros de referencia de Chile o Suiza. Además, pisa fuerte en la producción de zarzuela y en la generación de nuevos formatos -ahí está el ejemplo de la «Antología asturiana de la zarzuela» que firmó Sagi y del espectáculo «¡Viva la zarzuela!», planificado para el próximo verano-. Para calibrar la importancia de las antologías sólo hay que recordar la que Tamayo llevó por medio mundo. La labor de Oviedo, por tanto, en la lucha por ubicar la zarzuela en lugar que se merece es una referencia y cuenta con el respaldo unánime de todo el sector: teatros, musicólogos, cantantes, músicos. Tratar de hundirla aludiendo a la casposidad del género, intentando degradarlo culturalmente, es intolerable desde un punto de vista científico. Lógicamente, entre miles de obras unas tienen más calidad que otras, como en la pintura o la arquitectura, pero no por ello se denigra un género determinado en su conjunto. Los complejos culturales hacen mucho daño y determinadas opiniones acaban por dejar muy claro el concepto de vía estrecha cultural que algunos exhiben. La zarzuela también es Cultura, y con mayúsculas, y es un deber para los teatros públicos españoles su defensa en los mismos estándares de calidad con los que se desarrolla la ópera. Oviedo puede y debe seguir al frente de un pelotón al que se están sumando numerosos teatros -sin ir más lejos, el Liceo de Barcelona, que programará la misma producción de «Doña Francisquita» que este año se podrá ver en Oviedo-. El Campoamor tiene ahora que dar un paso más y servir también para el rescate de obras de calidad que están arrinconadas y que han de convivir con el repertorio de mayor aceptación popular. Creo que la defensa del patrimonio cultural español debiera estar por encima de la refriega política -sobre todo, con los argumentos tan zafios con los que se quiere enterrar el género- que no de un debate en el que se valore el futuro a corto y medio plazo de un ciclo que ha sido pionero y que hoy marca la pauta a los demás.

Todo el equipo de la zarzuela «Los sobrinos del capitán Grant», cuya última función se celebró el domingo, asistió a un almuerzo en el Ayuntamiento con el alcalde, Gabino de Lorenzo, que en la fotografía aparece con una bufanda azul con el elenco de la zarzuela.