Pablo GALLEGO

La obra de reforma del Campoamor ya ha comenzado. Al menos, en una primerísima fase a través de calicatas, exploraciones destinadas a inspeccionar y valorar el estado del edificio y elegir los materiales a emplear en una reforma que habrá de concluir en un tiempo récord. Según el pliego de condiciones, la sala principal debe estar terminada «antes del 1 de octubre». Dentro de menos de cuatro meses. Y entre los cambios, destaca la desaparición de las plateas actuales del Campoamor, que se sustituirán por tres filas de asientos.

El límite para la obra será, según el arquitecto José Rivas, «el 31 de diciembre», fecha en la que deben estar terminadas todas las obras costeadas por el segundo plan para el estímulo de la economía y el empleo, el llamado «plan E», del presidente Zapatero. «Eso si no hay sorpresas», añade el arquitecto, aún pendiente de averiguar por dónde discurre el cableado eléctrico del teatro, original de 1948, fecha de su reinauguración tras el incendio de 1934. Tan viejo como las ventanas del Campoamor. «En algunas cabe un dedo entre el marco y el cristal», señala Rivas. Ahora se sustituirán por otras de doble acristalamiento «y rotura de puente térmico» que ayudarán a aislar el teatro del ruido exterior.

La acústica del Campoamor es una de las características más valoradas por los artistas que han pasado por su escenario. Una cualidad que, según el arquitecto, es fruto de la casualidad. Aún recuerda la visita al teatro de Higini Arau, artífice de la acústica del Auditorio. «Nos dijo que no merecía la pena hacer estudios acústicos, porque nada cumplía los requisitos», señala. «La única solución sería tirarlo todo y empezar de cero», añade.

En el actual proceso de reforma, la intervención sobre las plateas promete levantar cierta polvareda, ya que cambiará la fisonomía de la sala. Las puertas se tapiarán, y alrededor del patio de butacas aparecerá un espacio diáfano en el que se colocarán tres filas de asientos a diferentes alturas y «orientados hacia la escena». El arquitecto afirma que el derribo «no busca ganar abonos para la ópera -aunque el aforo aumentará en 88 butacas-, sino hacer un teatro más cómodo». Con ellas, lo que sí desaparecerá es parte de la historia del teatro ovetense. Un lugar en el que, hasta hace unos años, tener «una platea en el Campoamor» era toda una declaración de estatus que suponía liderar el «sistema de castas» de la sociedad ovetense de la época.

Ahora desaparecerán las cortinas de terciopelo y las perchas para colgar los abrigos. Las puertas que comunicaban cada platea con el vestíbulo se tapiarán -salvo las laterales- con un revestimiento de pladur. Después se pintarán o recubrirán con un empañado rojo -la decisión se tomará durante la obra- para mantener la estética del Campoamor.

Uno de los puntos más importantes en la reforma será la habilitación de dos espacios -uno a cada lado del escenario- reservados para personas con movilidad reducida y en los que, según Rivas, cabrán «hasta seis sillas de ruedas». El resto de los asientos del patio de butacas -en madera de haya y originales de la década de los setenta- se rehabilitarán, para «recuperar 7 centímetros de altura», señala el arquitecto responsable del proyecto, «y cumplir con la normativa antiincendios». Las patas recuperarán el color blanco y la tarima del suelo se acuchillará.

Las butacas que sí serán nuevas son las ubicadas en los pisos de entresuelo y principal. En esas dos alturas se incluirá una nueva fila de asientos -a riesgo de aumentar las «estrecheces» del teatro- en el espacio de madera que hoy separa las dos filas de asientos actuales. Con tres alturas distintas, las plateas de entresuelo también desaparecerán, salvo el palco del lado derecho del teatro -el que ocupa la Reina durante la entrega de los premios «Príncipe de Asturias»- y su gemelo del lado izquierdo.

Más allá de los restos técnicos, la dificultad de la reforma del Campoamor estará en conciliar el trabajo de los obreros con una programación que, según el Ayuntamiento, «no se va a parar por la obra». Una vez que termine el Festival de Danza, el Campoamor tiene previsto programar diez funciones de la antología «¡Viva la zarzuela!» -sin contar el tiempo de montaje de la escenografía y los ensayos-, y el 26 de agosto se empezará a trabajar en la escenografía de «L'incoronazione di Poppe», que abre la temporada de ópera. «Habrá que trabajar de noche», señala el arquitecto.

La instalación eléctrica, la climatización, un nuevo sistema de calderas y la protección contra incendios del escenario son, más allá de la reforma «estética», las partidas que más pesan en el presupuesto, «aunque no se ven», apunta Rivas. En principio, el presupuesto destinado a la reforma del Campoamor -2,4 millones de euros, sin IVA- daba para cubrir «18 de las más de 20 actuaciones» previstas en el proyecto de Rivas. Pero ahora, la adjudicación provisional de la obra a la unión temporal de empresas (UTE) compuesta por Ceyd y Gea 21 puede cambiar las cosas. La oferta elegida por la mesa de contratación del Ayuntamiento ofrecía un precio de obra con una rebaja del 36,2 por ciento sobre el precio de licitación y un presupuesto total de 1,54 millones de euros. 878.000 euros de rebaja. Una cifra que, en teoría, se invertirá en la mejora del proyecto, aunque, según Rivas, «es pronto para saber en qué se plasmará». «Es el equipo de ingenieros del Ayuntamiento el que lo tiene que decidir», añade.

Pero el lavado de cara del Campoamor apenas afectará a la parte escénica del teatro. Justo la que está en peor estado. La única zona del entramado escénico a la que llegará la reforma será el foso, con la instalación de una plataforma elevadora. «Lo ideal sería triplicar el espacio escénico», como lograba el anterior proyecto presentado por Rivas. «A partir de 8 millones de euros, empezamos a hablar», sentencia.