Por terminar con «Poppea», más allá del magnífico libreto, cosa inusual, la partitura de Monteverdi, emocionante, la acertada dirección de Weiss e interpretación de «Forma Antiqva» y de los cantantes, así como la admirable escenografía palafítica, cuando intemporal y minimalista, resulta chocante una nodriza disfrazada de secretaria (escapada del comienzo de una peli porno), chocante ver al pobre Arnalta en zapatillas y mandil (éste se escapó del Teatro Prendes -saludos a mi amigo Alain-), raros los fotógrafos, las angelitas con los rehiletes a pilas... Valoro el esfuerzo de traer a Nerón a nuestro siglo, para que los poco avisados seamos capaces de entender la decadencia del Imperio romano en términos actuales, pero, si descoloca ponerle túnica al emperador, más despista vestido de Armani. Bien sabemos que la indecencia no era sólo patrimonio del siglo I.