Director musical de «Tristán e Isolda»

Pablo GALLEGO

Cuando el director Guillermo García Calvo se presenta, destacan tres cosas: su edad, 32 años; que es español y que reside en Viena desde 1997. Allí fue a estudiar y tras la carrera se encontró trabajando como maestro correpetidor nada menos que en la Ópera de Viena. «Mi formación ha sido similar a la de los antiguos "Kapellmeister"», afirma, maestros que empezaban en un teatro «haciendo de todo». A finales de 2010 y en la misma Ópera de Viena, García Calvo se convertía en el primer maestro español en dirigir un estreno. Con proyectos previstos hasta 2014, su siguiente gran reto será «ser el primer español que dirija en Bayreuth», el festival dedicado a las óperas de Wagner. El compositor que, sin esperarlo, le ha hecho debutar como director lírico en España en la Ópera de Oviedo: «Tristán e Isolda», título que cierra la temporada lírica del Campoamor, patrocinada por LA NUEVA ESPAÑA. «Después de dirigir una ópera como ésta, me cuesta dormir; a nivel emocional me cuesta librarme de ellas».

-¿Cómo valoraría el rendimiento de la Orquesta Sinfónica del Principado en este «Tristán e Isolda»?

-Ha sido fabuloso. La orquesta se ha entregado de lleno. Han estado muy implicados desde el primer ensayo, tocando a un nivel estupendo.

-Debutar en España con una ópera así y con tan poca antelación tras la cancelación por enfermedad de Friedrich Haider es algo que a directores ya consagrados podría echarles para atrás. ¿Cómo tomó la decisión de decir sí a la Ópera de Oviedo?

-Prácticamente no lo reflexioné. «Tristán» es una ópera que adoro, que conozco muy bien desde hace años. He trabajado en ella como asistente de varios directores, la he tocado al piano completa varias veces... Casi no me lo pensé. Sentía que podía hacer un buen trabajo.

-¿Y qué tal va?

-La experiencia está siendo maravillosa. No ha habido conflictos, algo muy raro en el mundo de la ópera. En otros sitios la gente cancela, se grita...

-¿La actual situación económica deja espacio para los divismos?

-Afortunadamente van a menos. Quizá sea una de las cosas positivas de la crisis. La gente ha tenido que recuperar la humildad. No sólo en los divismos, sino en los cachés, que durante años han sido excesivos. Hay tanta gente que hace trabajos mucho más duros y desagradecidos y cobra la décima parte de lo que alguien gana en una tarde. A veces es casi amoral ganar tantísimo dinero. También es cierto que nuestra carrera exige una dedicación plena.

-Los cachés de algún auditorio español han llegado a ser motivo de discusión en el Congreso.

-Ha habido épocas en las que en España se pagaban barbaridades. Cantantes que conozco de Viena dicen que los mejores cachés los han cobrado siempre aquí. A veces eso me dolía, con todos los problemas que tiene España y ellos venían aquí a hacer el agosto... Un caché en Alemania podía ser la mitad o un tercio de lo que se pagaba aquí.

-¿Cree que la eclosión musical de España, con auditorios que nacen casi como setas, es sostenible?

-A nivel artístico, si todos estos artistas y directores extranjeros quieren venir por menos dinero, puede que sí. De todas formas, sería mejor que los españoles tomasen el relevo.

-¿Qué huella deja en un director empezar a trabajar desde muy joven en un teatro de ópera?

-Desde el punto de vista técnico es mucho más fácil dirigir un concierto sinfónico que un ballet o una ópera. Mi debut en Viena fue salir al foso a dirigir una representación de «Coppelia», sin haber ensayado, así que para mí ha supuesto un aprendizaje muy grande. Hay directores con una larga carrera sinfónica que, a mediana edad, se ponen a dirigir ópera y se sienten perdidos en un teatro. Hay muchas cosas elementales que no han mamado, que no llevan en la sangre, y no están a gusto.

-¿Le gustaría ser el próximo director titular de la OSPA?

-Me haría mucha ilusión si pudiera entregarme de lleno, dirigir muchos programas y dedicar los primeros años a montar una programación centrada en el clasicismo vienés. Es lo mejor para las orquestas.

-¿Algún proyecto en concreto?

-Sería bonito elegir a 27 pianistas distintos para hacer con la OSPA los 27 conciertos para piano de Mozart.

-¿Cree que la Sinfónica de Asturias necesita una renovación?

-La renovación sería conseguir una gran motivación e implicación de todos los músicos. Me parece imprescindible. Si yo no soy capaz de motivar e implicar a todos en un gran ideal de hacer de la OSPA una de las mejores orquestas de Europa, es que no soy el director adecuado.

-¿Cómo afronta el aprendizaje de una obra nueva?

-Estudio en el piano. Me gusta buscar los acordes. Recorrer el camino que ha hecho el compositor desde el principio.

-¿Qué lección de su carrera le ha servido más?

-Quizá saber que la música en vivo nunca puede ser perfecta, y que la idea que uno tenga de la música nunca es la verdadera. La flexibilidad es lo más importante que he aprendido, y en la Universidad no se habla mucho de ello. Es algo que necesitas vivirlo en la práctica.