David ORIHUELA

La orquesta Oviedo Filarmonía puso ayer música al año de los ajustes. Y los músicos vivieron en sus propios bolsillos el adelgazamiento en los presupuestos que están aplicando todas las administraciones. El Ayuntamiento de Oviedo decidió que el tradicional concierto para despedir el año y dar la bienvenida al nuevo no se celebrase a la una de la madrugada del 1 de enero, sino que fuese a las ocho de la tarde. Esto permitió ahorrarse una «importante» cantidad económica al no pagar nocturnidad a los músicos. El Consistorio no quiso dar cifras de lo que se había ahorrado.

Así que el concierto se celebró por la tarde y se repetirá hoy, a la misma hora. El teatro Campoamor acoge desde 1995 el concierto de Año Nuevo. El año pasado ya hubo recorte al no ofrecer el Ayuntamiento la copa de cava con la que tradicionalmente se obsequiaba al público, alrededor de mil personas, en el descanso de la sesión. Este año tampoco hubo brindis, así que se ahorro aún más.

Recortes aparte, el concierto ofrecido por Oviedo Filarmonía bajo la dirección de Marzio Conti cumplió con el objetivo de dar la bienvenida a 2012 con polkas y vals, en un programa capitalizado prácticamente por Strauss, con algunas concesiones como el conocidísimo can-can «Orfeo en los infiernos», de Offenbach, que sirvió para cerrar la primera parte de un concierto que había comenzado con la obertura de «El murciélago», de Strauss.

Marzio Conti quería divertirse y divertir al público, así que hubo todos los guiños y artificios posibles dentro de un concierto de música clásica. Alguno se llevó un sobresalto cuando una pistola sonó durante la polka «La caza», pero luego se convirtió en sonrisa cuando el propio Conti disparó confeti contra el concertino Andrei Mijlin. Fue el primer juego de una noche que tendría algunos más. En la polka «Pizzicato», dos de los músicos aparecieron vestidos de niños en pijama (niño de azul y niña de rosa) y con unos matamoscas se dedicaron a buscar el insecto mientras sus compañeros seguían tocando. Al final, la ficticia mosca estaba en la espalda del director, que se llevó la caricia del matamoscas.

Era la ya segunda parte del programa, la más animada en lo musical, pero también en lo teatral, y no faltó el brindis con champán que ofreció uno de los violinistas después de bromear en el patio de butacas agitando la botella. En ese momento, la orquesta felicitó al unísono el año a todos los presentes en el teatro.

El mismo músico que había hecho de niña se disfrazó para «El Carnaval de Venecia» y fue paseando y bailando entre sus compañeros ofreciéndoles dinero según juzgaba que tocaban mejor o peor.

Faltaba la participación del público, y llegó con la «Marcha Radetzky», que el respetable acompañó con palmas, con Conti dirigiendo los aplausos de espaldas a su orquesta. Fue una de las propinas fuera de programa, a la que se sumó el clásico «Pasodoble de la bandera», cantado a coro por el público.

Dos horas de música para digerir el primer día de un año de ajustes que ya se comenzaron a ver con la hora del concierto, pero no por parte del público, que respondió como todos los años y prácticamente llenó el teatro.