Resulta raro, en hablando de séptimo arte, que Hollywood premie los efectos especiales de una película mala; sería como si en un concierto aplaudiéramos al metal mejor niquelado, como si de un libro elogiáramos el tipo de papel, o en nuestro Museo de Bellas Artes resaltáramos la moldura de «El Nalón a su paso por Las Caldas», de Telesforo Fernández Cuevas. Por el contrario, la industria del automóvil reconoce al coche de mejor calidad-precio, que aúna lo útil y lo económico, y nunca su aspecto. Así, en arquitectura, la fachada de un edificio es lo último a valorar, en especial cuando no es consecuencia de su firmeza, utilidad y rentabilidad, como suele ocurrir. Otra cosa sería si habláramos de una escultura. Hoy escuché la balada «Quédate conmigo», que representará a España en Eurovisión; quizá Pastora Soler gane el premio a los ojos más guapos.