E. V.

La iglesia de Trubia se quedó pequeña para acoger a los asistentes al funeral de Diego Valladares, fallecido el lunes en el Nalón. Buena parte del pueblo siguió los más de cuarenta minutos de ceremonia bajo un paraguas, de pie y en el exterior del templo. Nadie quiso faltar a la despedida del joven trubieco de 35 años que, pese a su juventud, era una de las personas más conocidas y queridas del lugar.

«Era el chaval de la eterna sonrisa, la alegría personificada y un abanderado de Trubia», comentaba a las puertas de la iglesia uno de sus amigos de infancia, Fernando García, aún impactado por la noticia.

La madre de la víctima, Cristina Fernández, llegó al funeral unos minutos antes del comienzo, a las cinco de la tarde, arropada por su hermana María Luisa y sus dos hijos, Fermín y Antonio. Pese a las continuas muestras de afecto recibidas, la familia entró rápidamente en el templo dada la desolación de la mujer, sobrepasada por los acontecimientos. La novia del joven, Jennifer Ávila, entró desconsolada momentos después junto a varios familiares y amigos.

Decenas de coronas y ramos cubrían el coche fúnebre a su llegada a la iglesia, pero uno, colocado sobre al ataúd, destacaba sobre el resto con la leyenda: «Con todo el amor de tu madre». Uno de los momentos más emotivos de la ceremonia fue la lectura del texto de Florentina Fernández, antigua maestra del fallecido y sus dos hermanos en Soto de Trubia. El carácter del joven, sus virtudes, su etapa escolar y el profundo sentimiento de dolor de la profesora inundaron la iglesia; «Lo hice por el aprecio que le tengo a la familia y porque quería compartir todo lo bueno que tenía este chico», afirmó Fernández.

Para Rosa Tamargo, vecina del fallecido, la pérdida del joven «es una de las más sentidas en el pueblo porque se le va a echar mucho de menos, era unas de las pocas personas capaces de recordar el nombre de todos y siempre tenía una palabra amable». María, ex novia del joven, también estuvo presente en la ceremonia junto al resto de amigos del fallecido, gran parte de ellos antiguos compañeros de trabajo hechos a lo largo de su trayectoria profesional.

Diego Valladares regentaba un estanco en Soto; fue propietario de un bar, el Rasta Too, en Trubia; trabajó en IKEA de Parque Principado, en Siero; en la factoría de Tudor en Aranda de Duero, en Burgos, y estuvo empleado en la Fábrica de Trubia. Conocido como «el nieto de Antonín el de Carola», un trabajador de la Fábrica muy implicado en la vida social del pueblo y fallecido hace unos años, Diego Valladares había seguido la estela de su abuelo. Tal y como explicaba la vecina María Bonet, «era muy decidido, no se le ponía nada por delante y practicaba varios deportes. Realmente deja un vacío enorme en Trubia, estamos desolados».