Ana Paz PAREDES

«Para darnos una idea de la inmensa popularidad y el seguimiento que tenía Charles Dickens en su época tendríamos que hacernos la pregunta de ¿quién podría ser hoy Dickens, comparativamente hablando en cuanto a prestigio, fama, ingenio y creatividad?, no sé, pero tal vez sería hoy Steven Spielberg, por lo menos, o el guionista al mismo tiempo de Mad Men y los Soprano». Con estas palabras iniciaba ayer en el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA, en Oviedo, el escritor, profesor y doctor en Filología Francisco García Pérez su conferencia, que bajo el título «Charles Dickens; el niño que vivía en una fábrica de betún» organizó Tribuna Ciudadana coincidiendo con el bicentenario del escritor nacido en el 7 de febrero de 1812 en Portsmouth, en el Reino Unido.

El escritor fue presentado por Javier Gámez, de Tribuna Ciudadana, mientras que la catedrática de Literatura inglesa de la Universidad de Oviedo, Socorro Suárez La Fuente, hizo una amplia y entrañable introducción del ponente quien, a lo largo de su intervención, no exenta en ocasiones de toques de humor, realizó un acercamiento más personal a un autor que forma parte de la historia de la literatura universal, dando a conocer detalles de su obra y su personalidad, en ocasiones poco conocidos.

«Le gustaba hablar con voz profunda y solemne, era obstinado y dogmático, despótico cuando lo consideraba necesario, y un obsesionado del orden y la pulcritud. Por otro lado y con los amigos era muy afable, le gustaba mucho cantar y hacer el payaso hasta el punto de llegar a caer un poco pesado con las bromas. Medía 1,77, no bebía alcohol, era coquetón y muy aficionado a los chalecos de terciopelo. Le gustaba mucho caminar. Y cuando digo que le gustaba mucho caminar me refiero a que para él, 30 kilómetros era una distancia normal. También padecía insomnio».

El escritor asturiano también aludió a la abundante creación literaria y al intenso y continuado trabajo de Charles Dickens desde aquellas primeras entregas de «Los papeles póstumos del Club Pickwick», citando entre otras novelas «Oliver Twist», «Nicholas Nickleby», «La tienda de antigüedades», «Cuento de Navidad», «Dombey e hijo», «Casa desolada», «Tiempos difíciles», «David Copperfield» (su best seller, del que llegó a vender hasta 100.000 ejemplares en poco tiempo) o «Historia de dos ciudades», por citar algunas de sus obras.

Destacó Paco García, colaborador de LA NUEVA ESPAÑA, que el escritor inglés vivió marcado por una experiencia que nunca superó: su trabajo a los 12 años en una fábrica de betún donde trabaja diez horas por 6 chelines. «Le sucedió cuando su padre fue encarcelado por impago de deudas en la prisión de deudores de Marshalsea. Cuando ya era escritor famoso llegó a decir que, en ocasiones, aquel recuerdo le volvía con tanta intensidad que sentía la misma desolación, rabia y angustia que entonces, olvidando cuánto había logrado. Posiblemente en el fondo nunca salió del todo de aquella fábrica de betún», señaló.

Paco García afirmó rotundo que lo que mató a Dickens, casado en 1836 con Catherine Thompson Hogart con quien tuvo diez hijos y de la que finalmente se separó, fue su adicción al trabajo. «De su segundo viaje a Estados Unidos, donde era una estrella, ya vino muy tocado. Murió el 9 de junio de 1870».