Los terrenos de La Vega eran de Alfonso VII; él los cedió para que doña Gontrodo, con quien tuvo una hija, Urraca, fundara en 1153 el monasterio de Santa María y acogiera a la benedictina y pujante Orden de Fontevrault; de la abadía de Fontevrault (Anjou) vinieron la priora y las monjas, y doña Gontrodo tomó los hábitos y permaneció con ellas hasta su muerte, en 1186; puede verse su sepulcro en nuestro Arqueológico. Del monasterio se conserva el pórtico de la capilla de Santa Bárbara, el resto desapareció con el establecimiento de la Fábrica de Armas, en 1856, después de que las religiosas fueran exclaustradas, tras setecientos años rezando ahí, para ser acogidas en el cenobio de San Pelayo. La Vega, pues, no pertenece a las Pelayas, sino a los herederos de Alfonso VII, es decir, a Juan Carlos I. Buen solar para cementerio de elefantes.