Mónica Dixon Gutiérrez de Terán

Nueva Jersey, 1971. Tuvo una infancia repartida entre Marlton, hasta los 6 años, y Oviedo, hasta los 17. En medio, el océano y dos familias. Pero a la hora de estudiar Bellas Artes regresó a América, Fine Arts en la Universidad estatal de Rutgers. Instalada en Filadelfia, allí tuvo sus primeras exposiciones, en la Phantom Gallery, uno de esos «primeros viernes» («First Friday») con los que se celebra allí la agitadísima escena artística local. Al regreso a la casa materna, 1997, siguió un largo paréntesis del que Mónica Dixon salió en 2004 con el empeño de ser pintora a tiempo completo. Vida y arte le han dado desde entonces premios como el «Casimiro Baragaña» aquí o el «Mary Jane Kelleher Wille» allí, exposiciones individuales, colectivas, ventas y presencia en galerías de su tierra (hasta el 21 de mayo en Murillo), en Madrid (Mada Primavesi) o en Nueva York. Sus cuadros tienden a la luz. Desde el interior y al exterior.