Aunque Gustavo Bueno, de pie y sin fatiga ante los adolescentes, puede llegar a tener mucha presencia, el protagonista de la clase de ayer en el Fleming era en realidad Tomás García López profesor de Filosofía que celebraba su última clase al haber llegado a su jubilación.

Nacido en León en 1945 y llegado al instituto ovetense tras su paso por Barcelona, Tineo y Villalba, conoció a Bueno hace muchos años, cuando empezó a estudiar en la Universidad. Ayer, dijo, estaba ante un amigo, en el sentido en que Platón entendía la amistad. Y Gustavo Bueno también tuvo grandes palabras para él, su labor pasada y la futura. «La jubilación de Tomás, verdadero filósofo», dijo Gustavo Bueno, «supone un auténtico desgarrón en el tejido histórico de la historia de la filosofía, porque son muy pocos, muy escasos, los verdaderos filósofos, y en la Universidad es donde menos hay».

Ahí Bueno volvió a hacer otro inciso y citó cómo en su departamento escuchaba cosas como «soy especialista en ética, no me interesa Suárez», o cómo hubo quien rechazó que se ocupara de la televisión. «El gremialismo conduce a esto». Ahora, a Tomás García, se despidió, «le espera la tarea de poner en orden trabajos» y confió en que sus alumnos, «cuando les hablen de filosofía, se acuerden de su profesor».