Elena FERNÁNDEZ-PELLO

El cielo despejado y el Campo abarrotado. Así se presentó la fiesta del bollo, el día grande de las celebraciones de la Cofradía de la Balesquida en honor de su patrona, la Virgen de la Esperanza, y en memoria de su benefactora, Velasquita Giráldez. El de ayer fue uno de los Martes de Campo más multitudinarios de los últimos años, con el paseo del Bombé transformado en un largo y apretado comedor, con las mesas ocupadas desde bien temprano. Y lo mismo en el aguaducho, en torno al estanque. El Campo San Francisco fue ayer, más que nunca, el centro de la fiesta. José Antonio Alonso, el presidente de la Sociedad Protectora de la Balesquida, lo confirmó. «Ésta fue una fiesta del bollo como las de antes», dijo, «y con más gente que nunca».

Sin un ápice de duda de que ayer la meteorología jugaba a favor, después de tantos Martes de Campo pasados por agua, miles de ovetenses se echaron a la calle. El parque más céntrico de la ciudad fue el espacio elegido por familias y por grupos de amigos para disfrutar relajadamente de la jornada festiva.

En el paseo Blanco se instalaron las atracciones hinchables para los niños y una pista de karts; los amantes de las compras pudieron elegir entre el variado surtido de perfumería, bolsos y algo de ropa de reconocidas marcas -réplicas de los originales a precios más asequibles, por supuesto- que se ofrecían en las calles interiores del parque y en el paseo de los Curas se apretaron los tenderetes con algo de artesanía y mercancías variadas.

Otra de las atracciones del día fueron los deportes tradicionales. Absolutamente concentrado en su diana, unas piezas de cerámica roja colocadas a cierta distancia, un hombre tensaba el gomero, lo soltaba y la china disparada daba en el blanco o erraba. Todo el ceremonial era seguido atentamente por los curiosos, que acompañaban los aciertos con aplausos y lamentaban con exclamaciones los fallos. También hubo tiro a la rana y por la tarde, poco antes de las cinco, comenzó la quinta edición del campeonato de bolos de la Balesquida.

No le faltó a la fiesta, en la que los organizadores repartieron siete mil bollos -los doscientos primeros salieron directamente del horno a la Cocina Económica- y otras tantas botellas de vino, el toque solidario. En el paseo del Bombé, junto a las escaleras que dan acceso al área deportiva, un grupo de voluntarios de la Plataforma Stop Desahucios recogía firmas de apoyo a la iniciativa para llevar al Parlamento la propuesta de la dación en pago para los propietarios que no puedan afrontar su hipoteca. A juzgar por las colas, no les costó mucho convencer a la gente de su conveniencia.

La música acompañó, pero más que el tono folclórico lo que dominó fue la diversidad. Aunque las gaitas no dejaron de sonar, se simultanearon con acordeones que entonaban piezas melódicas, al estilo de «Ansiedad». Eso junto a la escultura del conde de Latores, porque desde el extremo opuesto se oían sones más veraniegos, concretamente «La barbacoa» de Georgie Dann. Por si fuera poco, en el quiosco del Bombé la Banda de Música «Ciudad de Oviedo» atacaba el «New York, New York» que popularizó Sinatra, y una música que recordaba «El cóndor pasa» salía de un órgano, algo más abajo. Hacia las dos de la tarde, la banda municipal había sido reemplazada por el grupo de batucada «Naranco», con atronadores tambores.

La fiesta fue un éxito y encandiló a los visitantes hasta el punto de que, según contó José Antonio Alonso, entre quienes ayer se hicieron socios de la Balesquida estaba un matrimonio de andaluces.