E. FERNÁNDEZ-PELLO / Pablo GONZÁLEZ

El próximo 15 de septiembre la Fábrica de Armas de Oviedo cumplirá 218 años, lo que la convierte en el conjunto fabril más antiguo de Asturias. Será su último cumpleaños ya que Santa Bárbara Sistemas, filial de la multinacional norteamericana General Dynamics, prevé haber completado el traslado de las líneas de producción y de sus 272 trabajadores el 1 de noviembre. El convencimiento de la empresa de la necesidad de llevar adelante la fusión y la falta de un compromiso firme por parte de las fuerzas políticas de la región para parar la operación, tal como denuncian los sindicatos, han sido algunas de las causas que llevaron anteayer a los trabajadores a anunciar su abandono de las protestas y asumir que la vida industrial en la Vega se termina.

Este anuncio es el penúltimo episodio de una historia que comenzó con la guerra contra la Convención francesa (1794-1795) y la caída en manos galas de las principales fábricas de armas del país, concentradas casi todas ellas en áreas cercanas a la frontera (Gerona, Navarra y Guipúzcoa). Fue entonces cuando se optó por levantar en Asturias dos nuevas fábricas: una en Oviedo y otra en Trubia. La ovetense se dedicaría a la construcción de fusiles; la trubieca, a la de cañones.

En 1857 -hace ya más de siglo y medio- la construcción de armas ovetense se modernizó con la edificación de una factoría en el antiguo monasterio benedictino de Santa María de la Vega. Era el comienzo de la Revolución Industrial para Asturias. Desde entonces, la fábrica no se ha movido de su emplazamiento actual a pesar de los distintos avatares que ha padecido la ciudad (revoluciones, guerras...). Pero lo que no ha podido resistir es al empuje imparable de la crisis y la decisión de la empresa de abaratar costes con la fusión.

Aunque la cuestión del traslado no ha surgido al calor de la crisis. El primer intento en tiempos modernos se produjo a finales de la década de los ochenta del siglo pasado, aprovechando los problemas económicos de la época y la mala situación que atravesaba la compañía, por aquel entonces propiedad del Estado. Las intenciones de deshacerse de la Vega quedaron aparcadas hasta 1996. La llegada del PP a la Moncloa reavivó las pretensiones de acabar con la fábrica. Tanto es así que, durante una cena en la sede LA NUEVA ESPAÑA en Oviedo, el por entonces vicepresidente primero y ministro de la Presidencia, Francisco Álvarez-Cascos, protagonizó una agria discusión con el fallecido presidente del Principado Sergio Marqués (PP). Álvarez-Cascos aseguró: «El cierre de la Fábrica de Armas va a ir a misa, salvo que alguien venga con una solución milagrosa». Marqués trataba de aportar sus argumentos en favor de la continuidad y de los valores de la fábrica carbayona, pero Álvarez-Cascos lo tenía muy claro.

Tanto es así que el brazo derecho de Aznar aseguró que Santa Bárbara era «incapaz no sólo de ganar un concurso del Ministerio de Defensa, sino ni siquiera de presentarse a los mismos». La discusión fue el principio del enfrentamiento entre Álvarez-Cascos y Marqués que desencadenó la crisis de la derecha asturiana. Tras su vuelta a la política, esta vez como líder de Foro, el ex ministro defendió la continuidad de la Vega.

Las augurios de Álvarez-Cascos no se cumplieron y la Vega respiró tranquila hasta comienzos de la segunda legislatura de Aznar, cuando los populares privatizaron las principales empresas que todavía dependían del Estado. El grupo Santa Bárbara, del que dependían la Vega y Trubia, fue privatizado en julio de 2001 y vendido a la multinacional norteamericana General Dynamics, el segundo principal contratista del Ejército de los Estados Unidos. Al Gobierno le convenció del «socio americano» su promesa de dar carga de trabajo a Santa Bárbara con su participación en la construcción de tanques M1 Abrams, el vehículo blindado Bradley y motores o misiles Hellfire. De estos contratos no hubo noticias.

En 2005 surgieron nuevos rumores sobre que la nueva propiedad de la Vega quería crear un único centro en Asturias. Pero no fue hasta octubre de 2007 cuando la empresa y los sindicatos trataron el plan de liberar los terrenos de la Vega. Eran tiempos de bonanza y la expansión inmobiliaria estaba en su máximo apogeo. Justo dos años después, octubre de 2009, General Dynamics anunció que renunciaba a la fusión de la Vega y Trubia. Los trabajadores aseguraron que parte del éxito se debió a que convencieron al consejero delegado de General Dynamics, Nicholas Chabraja, durante una visita a Asturias, de que la Vega y Trubia eran dos fábricas totalmente diferentes. Tres años después todo ha cambiado.