La fecha de San Mateo, el 21 de septiembre, está en Oviedo llena de vida y recuerdo. Desde hace mucho, sin fecha exacta, el santo hace las veces de patrono, ocupa frente al verdadero, San Salvador, que queda oculto en la sombra fresca de su soporte de veneras en la Catedral. San Mateo, con mucho alrededor ahora, hace de bisagra entre un verano que no tiene ganas de marchar y un otoño del que todavía no sabemos nada. Como parte de la fiesta, el 21 de septiembre es en Oviedo fecha tradicional de inauguraciones y tiempo hubo en el que todo lo que abría en la ciudad se hacía en este día: sin ir más lejos, la Universidad, que se abrió con bien para esta tierra tramontana el 21 de septiembre de 1608. Mucho más tarde, en septiembre de 1892, se inauguró el teatro Campoamor, que cumple ahora 120 años lleno de actividad.

Este teatro es heredero del llamado Teatro Viejo del Fontán, que desde 1670 había hecho soñar a los ovetenses con teatro y ópera desde un local poco confortable que ahora está recuperado como Biblioteca Pérez de Ayala. Llegó un momento en el que los ovetenses renegaron de aquel lugar encharcado y quisieron mudarse a parte de lo que había sido huerta de las Clarisas, en el centro del Oviedo burgués que se estiraba Uría adelante. Y así ese Oviedo burgués quiso y tuvo un teatro afrancesado en el tiempo en el que Oviedo quería ser un pequeño París. En aquel teatro, inaugurado a la luz fulgurante de los focos del nuevo alumbrado de la ciudad, que se fabricaba allí al lado, se acogieron en su larga vida todos los espectáculos de la ciudad, no sólo los líricos, desde los bailes de máscaras a los combates de boxeo, con muchos homenajes populares, incluso al Real Oviedo cuando subió a Primera en 1933. Cine, mudo y sonoro, pues allí se estrenó «El desfile del amor», la primera película sonora que aquí llegó, y cuando Oviedo era una ciudad cinéfila, con muchas salas abiertas, todas ya perdidas, ante las taquillas del Campoamor se formaban colas los domingos, y allí vimos, por ejemplo, «El manantial de la doncella», pura modernidad de Ingmar Bergman. Por el Campoamor también pasó la política, antes de que todo se convirtiera en pavesas en 1934, cuando, además, ardió allí todo el rico patrimonio musical de la Sociedad Filarmónica que allí se albergaba.

El Campoamor, de cuyo nombre hablaremos otro día, cumple 120 años en buena salud, con la guinda social que supone ahora, cada octubre, la entrega allí de los premios «Príncipe de Asturias», que nos pone en el mapa.

No está solamente el teatro a la hora de soplar las velas y entre los que cumplieron años mencionamos la plaza del Paraguas, muy antigua, que estrenó ese nombre el día de San Mateo de 1930, cuando allí se abrió el paraguas del ingeniero Sánchez del Río, nacido para cobijar a las lecheras y la Fuentona, obra que todavía hoy resulta moderna y que estrenó su primer chorrito el día de San Mateo de 1875.