Arquitecto, técnico de la Administración regional y miembro del grupo de urbanismo del 15-M

Chus NEIRA

Que Manuel Carrero naciera en Madrid en 1964 es casi una anécdota en la carrera de este arquitecto crecido y afincado en Oviedo y formado en las universidades de La Coruña y Santiago de Compostela, con la salvedad de su tesis sobre el área metropolitana de Asturias, leída el año pasado en el departamento de Geografía de Oviedo o sus colaboraciones con el Ce-Codet. Quince años en la Administración le han llevado por las direcciones de Vivienda o de Urbanismo, aunque su gran ilusión llegó el año pasado, con el arranque del movimiento del 15-M, desde el que ha impulsado un grupo de trabajo de urbanismo con el que tratan de devolver a los ciudadanos el protagonismo en el diseño de sus espacios.

-¿Por qué surgió el grupo de urbanismo del 15-M?

-Por una preocupación. La participación de los ciudadanos en el urbanismo es una carencia muy perjudicial si se tiene en cuenta que es algo que afecta a su vida diaria. Aunque no son muy conscientes, quien mejor conoce el modelo de una ciudad son sus habitantes. Así que queríamos darle la vuelta a ese urbanismo entendido siempre de arriba abajo. Con esa idea de dar protagonismo al ciudadano se creó el grupo y se empezó a trabajar, por ejemplo, en la constitución de los consejos de distritos, con una propuesta totalmente alternativa.

-¿Otro urbanismo es posible?

-Creemos que sí. No hace falta mucho dinero, sólo no tener miedo a lo que opine la gente, darles la oportunidad de intervención a otros agentes. Es una visión muy innovadora en España, pero que ya ha proporcionado buenos resultados en Madrid, por ejemplo, al calor de la Escuela de Arquitectura.

-¿Objetivos concretos?

-No entendemos, por ejemplo que en la CUOTA estén representados los promotores y nadie de la sociedad civil. A estas alturas no se explica. Tratamos de que exista una fuerza unitaria entre los ciudadanos, en vez de fomentar, como sucede, la competencia entre barrios.

-Han puesto en marcha un proyecto en Ventanielles.

-Ahí queremos abordar los problemas de un barrio de manera integral, no sólo los aspectos urbanístico. También la sanidad, la educación, la vivienda... Y luego está el asunto concreto del pinchazo con la «Y», que a poco que escarbes ves lo que hay: una autopista de los años setenta vinculada a un modelo urbano obsoleto que está dividiendo el sector oriental en dos, y que convierte en fondo de saco a unos barrios que nacieron ya desgraciados. Ante esto no caben soluciones ingenieriles y forzadas como pasar un ramal de la autovía a cuatro metros de las casas.

-¿Qué proponen?

-Darle la vuelta a ese modelo y convertir la autopista en una avenida urbana. Defendemos un modelo de movilidad que no ponga al automóvil y a la velocidad por encima de todo. Porque, entonces, convertimos los barrios en un fondo de saco, y los tejidos que no tienen fluido se necrosan. Al modelo americano obsoleto de acceder con la mayor rapidez posible al centro de la ciudad, planteamos la alternativa de un modelo que compagine todos los transportes sin darle la supremacía al automóvil. El modelo americano lleva a tener una autopista, un monstruo, en medio de la ciudad. Y eso obliga a conectarlo todo con pasarelas peatonales que, además, no son accesibles. Eso, por no hablar del impacto sobre San Julián de los Prados. Luego está la solución de la losa, que nunca vimos clara, por costosa, por faraónica, por no tener sentido. En cambio, no sería caro y beneficiaría mucho que todo ese tramo se adecuara a una sección de calle, con bulevar, con acera. Ésa sería la forma de que la autopista, la herida que apunta al corazón de la ciudad, se fuera cicatrizando.

-Ese tramo ya es de titularidad municipal.

-Por eso no hay ningún inconveniente. Pero lejos de ir dando pasos en esa dirección, cada vez lo empeoran más, porque si se completa el plan de Rubín, serán más coches y más ruidos cerca de las viviendas.

-¿Cómo es el urbanismo de Oviedo?

-Históricamente hubo un modelo desarrollado por distintas fuerzas: las eclesiásticas, las militares, los tecnócratas... Al final, el poder que prevalece es el económico, y eso se puede ver hasta en el caso de Ventanielles, porque Los Prados financian 300.000 euros en la obra si la acaban antes de la campaña de Navidad para dar mayor accesibilidad al centro comercial con los coches.

-¿La peatonalización?

-Era inevitable, se habría acabado haciendo y se superarían los recelos iniciales. Pero lo que se reprocha a la peatonalización en Oviedo es la imposición de un código estético determinado, no contemporáneo. Es una forma en la que la ciudad mira al pasado y es incapaz de ser contemporánea, de aceptar un lenguaje arquitectónico actual. Muy popular y exitoso, sí, y nefasto.

-¿Como las farolas isabelinas?

-No por casualidad se llena la ciudad de monstruos que encarecen la factura eléctrica. Pienso, luego, en oportunidades perdidas como Cinturón Verde, que aparte del levantamiento de las vías no parece que haya aportado a la ciudad mucho más, sino pérdidas irreparables de patrimonio industrial como el Vasco. Aquí el planeamiento de Gamazo no se llevó a cabo y se desarrolló lo que los promotores quisieron, se dejó las manos libres a la iniciativa privada. El suelo no se invirtió en zonas verdes o espacios públicos, sino en financiar los planes de choque.

-¿No hay señales de mejoría?

-Al revés. En la última modificación del catálogo dejamos que se vayan cayendo los edificios del casco viejo y una vez caídos utilizamos la vieja falacia de la viabilidad de las casas, cuando el problema del casco viejo es de vaciamiento y monofuncionalidad. Es decir, el plan de Francisco Pol, muy innovador, fracasó en un casco hueco, dominado por un uso específico, el del ocio, que va expulsando a la gente. Eso acaba con la diversidad. El funcionalismo ha sido la muerte de muchas ciudades.

-¿Qué hacemos con la Vega?

-Hay que repensar lo de áreas exclusivamente dedicadas a una función. Hay que conservar el patrimonio y hacer compatible en esa misma área, tan amplia y de tanta calidad, dicen, de espacios, multitud de usos, incluso industriales, si ayudan a mantener empleo. Y evitar cualquier movimiento especulativo.

-¿Y con el viejo Hospital? ¿Ciudad de la justicia?

-No, de nuevo apoyar la diversidad de las cosas. Concentrar nunca es bueno, es mejor la dispersión. Si sólo hay oficinas, cuando cierren será un desierto. Seguro que hay edificios en buen estado que permiten un nuevo uso, y el Hospital puede ser un caso paradigmático para una nueva orientación de mirar hacia adentro, recuperar tejidos, reutilizar y regenerar.

-¿Más consejos?

-Oviedo ha sido excesivamente autónoma y no ha sabido entender que su posición pasaba por un área metropolitana fuerte. Luego interesan más espacios polivalentes. Una Corrada del Obispo, por citar, que valga para un partido de fútbol, un concierto o una comida popular. Porque la función del espacio público es ésa, que la gente se encuentre azarosamente y que desde ahí surja el conocimiento. Eso, el conocimiento, y no la industria, es lo que nutre de verdad las ciudades.