Á. F.

«El papel de la motivación en la consecución de retos deportivos» es el título de la charla que pronunció ayer, en el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA, Marco Rodríguez, reportero de aventuras de Zebrastur y presidente de la asociación Deporte Solidario Asturias (DSA).

El acto fue presentado por José Antonio Núñez López, presidente del CNCO (Club Natación Ciudad de Oviedo), y por Nacho Navarro, psicólogo deportivo y máster en Psicología del Deporte.

El inquieto reportero Marco Rodríguez definió sus actividades deportivas como «grandes experiencias de un tipo normal». De todas ellas mostró un resumen en un completo documental.

Todo empezó con un primer objetivo, el de hacer el Camino de Santiago en bicicleta en cinco días. Una vez cumplido, se marcó nuevas metas que fue superando una a una con mucho esfuerzo, sufrimiento y en alguna de ellas hasta poniendo su vida en peligro. Ahora dice que todas ellas merecieron la pena. «El deporte fue el eje de mi vida, aunque la verdad es que nunca destaqué en ninguno de los que hice, aunque disfruté mucho de todos ellos», confesó Marco Rodríguez.

Entre sus proezas está el haber escalado el Naranjo de Bulnes y el mítico Picu Urriellu sin haber practicado nunca la escalada. Pero como la ascensión la realizó con un grupo experimentado y conocedor de la vía que habían elegido para la ascensión, ahora, en la distancia, le restó mérito y prestó más atención a la ayuda recibida que a los peligros que tuvo que sortear.

Y como parece que a Marco Rodríguez le atraen los Picos de Europa, no se quiso perder una subida en bicicleta a los lagos de Covadonga.

No le debió parecer gran cosa, aunque las imágenes de la ascensión indicaban todo lo contrario, porque desde la Vega de Enol volvió su mirada al emblemático y lejano monte del Kilimanjaro. Consideró que no estaría mal conocer su cumbre. Dicho y hecho.

«El Kilimanjaro es una montaña cubierta de nieve de 5.895 metros de altura, y dicen que es la más alta de África. Su nombre es, en masái, Ngàje Ngài, la Casa de Dios. Cerca de la cima se encuentra el esqueleto seco y helado de un leopardo, y nadie ha podido explicarse nunca qué estaba buscando el leopardo por aquellas alturas», dijo Rodríguez, citando a Ernest Hemingway en «Las nieves del Kilimanjaro».

Rodríguez quiso verlo, pero en su ladera estuvo a punto de morir por el mal de altura. Dice que mereció la pena. Lo olvidó pronto y después lanzó la mirada hacia el Tíbet, adonde encaminó sus pasos.