Javier NEIRA

El maestro Rossen Milanov con la OSPA ofreció ayer una versión de matrícula de la sinfonía número 6 «Pastoral» de Beethoven. La naturaleza de la obra resonó a la perfección en el carácter de la formación musical y de su líder. Antes, el joven violonchelista Pablo Ferrández había ofrecido una versión prematuramente madura del concierto de Schumann.

La velada arrancó con «Murmullos en el bosque», del acto tercero de la ópera «Sigfrido», de Wagner. Milanov dispuso la orquesta con los contrabajos en posición central, al fondo; la percusión, a la derecha -donde suelen ir los contrabajos- y los chelos en el corazón del conjunto. Un Wagner sutil con un buen pasaje del concertino Alexander Vasiliev y mucho aplausos.

Llegó el turno de Ferrández. El primer tiempo fue una explosión de complejidades en las frases del solista. El segundo quiso enlazar con los murmullos anteriores y el tercer tiempo, beethoveniano, así que preludio de la «Pastoral». Muy bien el chelista madrileño. Regaló «El cant dels ocells» según Casal que de tan bueno dejó mudo al respetable.

Y, tras el descanso, llegó el turno de la «Pastoral» que se diría escrita para Milanov y su OSPA. Primero, auroral, dulce y musical; después fagot, flauta, oboe, trompas y clarinetes se lucieron; más diálogos y juegos bellísimos; incluso la tormenta fue luminosamente amable y la cuerda remató una interpretación magistral. Casi tres minutos de aplausos.