La Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA) retomó su temporada de abono tras su exitoso paso por el festival bilbaíno Musika-Música, adonde la orquesta llevó tres programas con música española, dirigida por Ros Marbá. En su vuelta a Asturias -concretamente, Oviedo y Piedras Blancas esta semana-, la OSPA reapareció con un programa en el que demostró su versatilidad en diferentes formatos de conjunto, bajo dirección de Matthias Bamert, reconocido maestro de sólida y vasta carrera.

Hay que felicitar a la cuerda de la OSPA por la calidad de su trabajo en «Noche transfigurada, op. 4» de Schönberg, en la revisión del año 1943 de la obra, escrita originalmente para sexteto de cuerdas. El público pudo apreciar una delicadísima labor a partir de cada sección, teniendo en cuenta las múltiples combinaciones y los recursos técnicos que esta obra condensa en la familia de la cuerda. Por citar tan sólo un ejemplo, recordemos la cuarta parte de la obra («Sehr breit und langsam»), de una sonoridad transparente y con un sugerente diálogo entre el violonchelo y el primer violín.

Así, destacó la riqueza de colores en una cuerda de gran imaginación tímbrica, con un resultado evocador y expresivo, que, por otro lado, es el fin último de Schönberg. En «Noche transfigurada» el compositor austriaco ilustra los sentimientos de la pareja protagonista del poema homónimo de Richard Dehmel, en la línea del Romanticismo tardío. Se trata de una obra de la primera época de Schönberg, si bien ya se presiente cierto alejamiento de la tonalidad. De este modo, la resolución técnica y expresiva por parte aquí de la OSPA fue de primer nivel, con un resultado conjunto de gran fuerza emocional.

En la segunda parte del concierto destacó la «Serenata n.º 12 en do menor, KV 388» de Mozart, por lo poco usual en nuestra programación sinfónica de una obra de estas características. Era el turno del viento de la OSPA, en este caso en formación de octeto -un par de oboes, clarinetes, fagotes y trompas-, disposición de la música de viento que con gran popularidad se interpretaba, al aire libre, en Austria y Alemania del Sur a mediados del siglo XVIII. Así lo recogía en las notas al programa el musicólogo Rogelio Álvarez Meneses, que en la conferencia previa al concierto reivindicaba este género de obras «menores» («harmoniemusik») en el catálogo mozartiano.

La interpretación de la serenata tuvo un ensemble de empaste perfecto, teniendo en cuenta que se trata de un repertorio en el que el mínimo detalle es perceptible. Hay que destacar el caudal lírico del oboe de Juan Ferriol, junto a los clarinetes (especialmente, Andreas Weisgerber), el contrapunto de las tubas y el apoyo del fagot. De este modo, el octeto protagonizó una interpretación exquisita, llena de sutilezas en el toque del «Minuetto» y de un ajustado mecanismo en el último «Allegro», con sus variaciones contrastantes.

La «Incompleta» de Schubert, obra bien conocida del repertorio, puso el broche de oro a la velada musical. Bamert lideró una interpretación reposada, digna de un gran maestro, y de una intensidad concentrada. De este modo, la OSPA abordó una interpretación de fuerzas bien equilibradas, con gran control de volúmenes y dinámicas y con unos perfiles además perfectamente dibujados por los solistas de la orquesta. El final del desarrollo del «Allegro» y el canto del oboe y clarinete sobre las cuerdas aterciopeladas del «Andante» fueron sólo dos ejemplos.

La siguiente cita con la OSPA será en su concierto extraordinario de Semana Santa, que se celebrará la próxima semana en Gijón y Oviedo, donde la OSPA interpretará «La creación» de Haydn, bajo la dirección de Benjamin Bayl.