El final de Aida de la Fuente, una adolescente comunista muerta en la Revolución del 34 en San Pedro de los Arcos, está rodeado de controversia y arrastra consigo otra intrigante historia: el asesinato del periodista valenciano Luis Sirval a manos de Dimitri Ivan Ivanoff, el mismo oficial de la Legión que disparó contra la adolescente asturiana, y no casualmente. Sirval era un redactor del periódico «El Mercantil Valenciano» que, como muchos otros compañeros de fuera de la provincia, había venido a Asturias para informar de los sangrientos sucesos. Aida de la Fuente cayó el 13 de octubre y Sirval fue fusilado en el patio de la Comisaría de Oviedo dos semanas después, el día 27.

Cuando Sirval llegó a Asturias en el otoño del 34 el movimiento revolucionario ya había sido sofocado. El periodista, de 36 años y cuyo nombre real era Luis Higón, fue detenido cuando iba a enviar a «El Mercantil Valenciano», antecesor del actual «Levante» -del mismo grupo editorial que LA NUEVA ESPAÑA-, su tercer reportaje sobre aquellos acontecimientos, en el que hacía referencia a lo ocurrido en San Pedro de los Arcos. En él, a través del testimonio de tres legionarios, implicaba al teniente Ivanoff, del Tercio, en el fusilamiento de Aida de La Fuente.

Juan Antonio Ríos Carratalá, catedrático de Literatura de la Universidad de Alicante, relata en el libro «Hojas volanderas», cómo Sirval fue sacado del calabozo por el búlgaro y otro teniente del Tercio, Florit de Togores, y en el patio, sin juicio, le dispararon a bocajarro.

El Tribunal de Urgencia de Oviedo celebró un juicio en agosto de 1935 sobre la muerte de Sirval. Eduardo Ortega y Gasset ejerció como abogado del periodista muerto y presentó 27 testimonios. El tribunal sentenció que a Ivanoff se le disparó «accidentalmente» la pistola, y a causa de ese «accidente» seis balas impactaron en el cuerpo de Sirval, la última en la sien. El legionario fue condenado a seis meses y un día de prisión menor «por un homicidio por imprudencia temeraria» y, según Ríos Carratalá, nunca cumplió la sentencia.

Un mes después el Tribunal Supremo ratificó el fallo. Estalló el escándalo y los intelectuales de toda España se movilizaron. Unamuno, Machado, Juan Ramón Jiménez y Azorín firmaron un manifiesto en contra de la sentencia.

«Voy a saber toda la verdad. Y a escribirla», se había despedido Sirval de sus compañeros de redacción al salir para Asturias, cuenta Rafael Montaner, del diario «Levante». Sirval llegó a publicar dos reportajes. En ellos se reconoce conmovido por los «interminables llantos, gritos y lamentaciones» de las mujeres de Asturias que recorren los caminos buscando a sus maridos y sus hijos desaparecidos. «Sentado en una roca como si estuviera tomando el sol» se encuentra con un chaval de unos 12 años. «Tiene un tiro que le atraviesa las dos sienes. La cara, negra, muestra un cuajaron de sangre desde la oreja al cuello. Debió alcanzarle una bala perdida cuando se acurrucaba allí huyendo de los tiros. He sacado una fotografía completamente impublicable», escribió Sirval.

La tercera crónica de Sirval sobre la Revolución del 34, la que le costó la vida, le fue incautada en el momento de su arresto y fue devuelta a su familia con varias hojas arrancadas. Nunca pasó por la rotativa.

El reciente fallecimiento de Pilar de la Fuente, la única hermana que quedaba de Aida, reavivó el recuerdo de la muchacha fuera de la fecha en la que es habitual hacerlo, porque lejos de caer en el olvido, la joven, que tenía 16 años el día de su muerte, es recordada todos los 13 de octubre con un homenaje en San Pedro de los Arcos, en el que suelen reunirse simpatizantes socialistas y comunistas.

Sobre las circunstancias en las que se produjo su muerte hay diversas versiones. El historiador David Ruiz recoge en su libro «Octubre de 1934. Revolución en la República española» la de «los insurrectos y familiares». Según ellos, la muchacha recibió dieciséis disparos, a juzgar por los agujeros que tenía el vestido que luego devolvieron a sus padres, y estos fueron realizados por Dimitri Ivan Ivanoff. La joven, según esta versión, hacía de correo y fue interceptada cuando intentaba informar a sus compañeros de las posiciones de las fuerzas del Estado. Hay otro relato de los hechos, también recogido por David Ruiz en su libro, y es el de los mandos de las tropas africanas que contaron que Aida de la Fuente respondió con una ametralladora a los disparos de los soldados de la Legión.

La revista gráfica «Estampa», del 3 de noviembre de 1934, uno de cuyos ejemplares guarda la Hermandad de Defensores de Oviedo recoge esta última versión. El cronista afirma que Aida de la Fuente era muy conocida en Oviedo «por el mote de la Libertaria» y explica que «la mató un legionario, que me ha contado como estuvieron otros dos compañeros suyos y él a punto de sucumbir ante la indomable muchacha: ella estaba a la puerta de la iglesia de San Pedro con una ametralladora». Detalla que en unos segundos la jovencita hizo un par de bajas entre los legionarios, dos sargentos. El hombre que refiere aquellos hechos, el legionario Torrecilla, aseguraba ser quien la había matado. Le ofreció rendirse, contó al periodista que le escuchaba, pero la muchacha le respondió golpeándole con una barra de hierro en la cabeza. Él cayó al suelo, aturdido por el golpe, y atinó a disparar más rápido que ella, cuando vio que la joven, vestida de rojo y «muy guapa», se sacaba una pistola del pecho.

Aida de la Fuente, por su juventud y su condición de mujer, se convirtió en símbolo de la Revolución del 34 pero con ella, en San Pedro de los Arcos, cayeron por lo menos otras seis personas, según recoge en su libro David Ruiz. Entre ellos, cuenta, había un recién casado al que aquel 13 de octubre le quitaron la vida y escaparon con sus regalos de boda.