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De la "santa sudadera" a la "Cámara Secreta", los deslices de los turistas en la Catedral

El anecdotario de los visitantes del templo incluye la confusión de una hidria para el agua con una hidra mitológica y la creencia de que el Sudario es una chaqueta

Varios turistas entran en la Catedral por la puerta principal del templo. LUISMA MURIAS

"He venido a ver la sudadera de Cristo porque creo que es comparable a la que tienen guardado en Turín". Una turista recién llegada a Oviedo insiste en el umbral de la Catedral -mientras hace cola para sacar su entrada- en que quiere ver la tela que cubrió a Jesús. Se lo dice al personal de la taquilla y al vigilante que le entrega la audioguía. Todos tratan de decirle que no es un jersey ni una chaqueta, sino un pañuelo de lino manchado de sangre llamado Santo Sudario que envolvió la cabeza del Salvador. Parece que lo asimila, pero con el tique ya en el bolso apremia a su acompañante para ver la "sudadera de Dios".

La anécdota forma parte de las curiosas historias diarias protagonizadas por los visitantes nacionales y extranjeros del templo. Los trabajadores de la recepción catedralicia aseguran medio en broma medio en serio que podrían escribir un libro o un "blog" sobre lo que allí pasa de lunes a viernes de 10.00 a 20.00 horas y los sábados hasta las 18.00 horas. Es decir, el calendario y el horario de apertura en verano. Los lunes darían para llenar varias páginas porque es el día de mayor afluencia de un público que se queda sin conocer los museos ovetenses, cerrados por descanso.

"Son ustedes unos estafadores. La Cruz de la Victoria está colgando en un puente, que lo he visto yo". Un viajero español le echó una bronca considerable hace unos días a uno de los encargados de velar por el mantenimiento de la Cámara Santa. Había estado en Cangas de Onís y creyó a pie juntillas que la cruz que pende del arco central del Puente Romano (que en realidad es de la Alta Edad Media) es la verdadera Cruz de la Victoria y no una réplica construida en 1939, cuando la imagen de la Virgen de Covadonga, La Santina, regresó a su sitio tras un obligado exilio en París.

Algunos preguntan por la "Cámara Secreta" -al más puro estilo del castillo de Hogwarts de las novelas de Harry Potter- y se llevan cierta desilusión al saber que no es secreta, sino santa, y que no es necesario cruzar pasillos ocultos en paredes o descubrir mecanismos escondidos en el pasamanos de una escalera de caracol para ver los tesoros del templo.

La Santa Hidria -una de las tinajas en las que Cristo convirtió el agua en vino durante las bodas de Caná- da lugar a constantes confusiones lingüísticas. Día sí y día también, varios visitantes se paran bajo la hornacina situada entre el altar de la Purísima y la puerta de entrada a la capilla del Rey Casto. Cuando el guía dice la palabra hidria, se esfuerzan en ver un monstruo de la mitología griega esculpido en la piedra, como la rana de la Universidad de Salamanca. Confunden hidra con hidria y preguntan "¿Dónde está el dragón, que no lo veo?".

Los visitantes del cementerio de peregrinos buscan las lápidas de los muertos desesperadamente pero sólo ven un olivo dañado por el paso del tiempo. La voz grabada en aparato electrónico que reciben en la entrada o el guía turístico les saca de su error al explicar que los restos de los peregrinos que iban o volvían de Santiago están en un osario.

Hay quien se va de Oviedo creyendo que ha estado en la Catedral cuando en realidad ha visto la iglesia de San Isidoro. La torre de la parroquia -sin un cartel informativo en la puerta- es la culpable de que algún despistado en busca de un templo con una sola torre gótica (que nada tiene que ver con el estilo de la de la plaza del Ayuntamiento, terminada en el siglo XVII) pregunte por la Cámara Santa en San Isidoro.

El anecdotario de los visitantes incluye desde actuaciones musicales de espontáneos hasta un flechazo instantáneo por la historia del arte. Un turista andaluz pidió permiso a los vigilantes para cantar una saeta en el pasillo de la nave central la semana pasada, extasiado por la belleza del templo. Y los padres de un adolescente de 14 años estuvieron cuatro horas dentro de la basílica porque según el crío "era lo más molón que había visto nunca".

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