Víctor Manuel se coronó ayer en Oviedo con sus clásicos. El mierense revisó sus triunfos de cincuenta años en la escena musical y lo hizo junto a sus amigos, estrellas todos del pop nacional y ante 10.000 espectadores que abarrotaron el recinto de conciertos de La Ería, preparado para San Mateo. Hubo anoche guiños para sus hijos David y Marina, para la gente de Asturias, para Mieres...

Apareció Víctor en escena, cuando los "¡oé oé!" sonaban desde minutos atrás en la carpa de La Ería. El cantante arrancó la sesión a la asturiana con una serie de piezas como "La Danza de San Juan" o "La Romería", rápidamente coreadas por el público del todo entregado ya desde el inicio. Había lleno absoluto, con eternas colas a la entrada. Rápido apareció el mensaje político sobre el escenario cuando Víctor Manuel evocó sus visitas de niño a la fosa común donde estaba su abuelo en Oviedo. Sonó entonces "Cómo voy a olvidarme", una canción cargada de nostalgia.

Llegó pronto el momento del desfile de invitados del mierense, aunque manteniendo de entrada el tono local: "Puro talento asturiano", dijo Víctor Manuel para presentar a Chus Pedro, Hevia y Marisa Valle Roso. Se sumaron a la fiesta y dieron un barniz de sentimentalismo y emociones con "La planta 14" y "Paxarinos", entre otras.

Minutos antes, el cantante ya había hablado, en el primer saludo, cuando dijo, muy feliz "hola, buenas noches, yo soy de aquí de al lao, de Mieres del Camín".

Víctor se quedó solo de nuevo hasta que apareció Ana Belén para cantar "Contamíname". Para ese momento el público de la carpa de la explanada del Tartiere ya había calentado y puesto su sensibilidad emocional al servicio de este primer concierto de "50 años no es nada". A partir de ahí, ya comenzaban los distintos duetos: primero con Pedro Guerra, luego Rosendo y más adelante, con Aute y la pieza "Adónde irán los besos".

Si algo tiene el cantante de Mieres es una colección de himnos que a todo el mundo le llegan al alma; unos con más intensidad; otros, con menor tensión pero con la suficiente popularidad como para provocar los tarareos.

Así pues, cada canción de Víctor Manuel (a las que cada oído de los presentes estará acostumbrado en su versión original) era indiferente que apareciera interpretada por cualquiera de los invitados.

Entre estas sensaciones -digamos que a mitad de repertorio- ya se desprendían las muestras de entrega que el público suele dejar como síntoma de integración en la sesión. Víctor Manuel y sus diecisiete amigos atraen auténticos fieles, militantes de su música.

Las canciones, los dúos, las combinaciones, las imágenes, fueron cayendo al ritmo que caía la noche. Y la banda, mientras, dejando sus toques de buena técnica en distintas fases.

Y claro, hay momentos que ya tienen un sitio de oro guardado en el cerebro de cada cual. Y esos momentos están reservados muy especialmente para los grandes. A los anteriores se sumó Poveda, con un emotivo "Asturias"; Milanés, antes de la irrupción de los "Estopa", muy divertidos ellos y animados; con Miguel Ríos se dio un espectacular "Sólo pienso en ti"; y con Serrat, el tierno "Abuelo Víctor". Juntos hermanaron una señera catalana y la bandera de Asturias.

El concierto subió el ritmo en el último tramo, cuando Ana Belén abrió junto a su marido "La puerta de Alcalá". Era el momento definitivo antes del "Asturias" coral entre Víctor, sus invitados y el público.

Entre canción y canción Víctor Manuel fue contando historias, mostrando su momento feliz. Y es que si ya es complicado juntar en escena a numerosas estrellas de la música española con una simple llamada de teléfono, más lo es convocar a tanto público y colgar el cartel de no hay billetes (para 20.000 personas en dos sesiones) en estos tiempos que corren.