Una cosa es la colaboración ciudadana y otra lo que ha hecho la abuela detective de Oviedo. En la Comisaría de la Policía Nacional de General Yagüe todavía no salen de su asombro al comprobar la tremenda eficacia demostrada por una anciana de 81 años en la resolución de un robo. La mujer actuó durante varios días como un detective y se echó a la calle acompañada de su perro (aunque la verdadera sabueso es ella) hasta dar con el hombre que le había robado en casa. Lo siguió con cautela hasta un portal, apuntó bien la dirección en la libreta de notas del caso, y lo entregó esta misma semana a la Policía Nacional.

La mujer contaba con varias pistas para detener al malhechor: conocía perfectamente su físico y sabía también que frecuentaba el barrio. Así, la sagaz mujer recordó que se había topado con él tiempo atrás cuando accedía a su domicilio cargada con las bolsas de la compra. El hombre intentó ayudarla y ella, hábil a la par que desconfiada, rechazó la oferta. "Había escuchado por la radio que estas personas que intentan ayudar con la compra lo hacen para robar", explicó después la mujer a la Policía. En esa ocasión no le dejó entrar en el portal.

Pero el ladrón insistió. Un tiempo después se presentó en la puerta del domicilio de la anciana. Le dijo que era fontanero y que necesitaba revisar si en su casa había alguna fuga procedente del piso de arriba, que estaba inundado. A pesar de que desconfiaba de que toda esta película fuera cierta, le dejó pasar. Aquí no estuvo tan fina. Asegura que estuvo vigilándole, pero sus reflejos no bastaron para que el hombre, un avezado ladrón, se colase en el dormitorio de la anciana y en un descuido le robase un sobre con dinero. Lo notó poco después.

Cuando el falso fontanero se marchó, la mujer subió al piso de arriba para comprobar si había alguien trabajando. Entonces confirmó que todo era una farsa, porque no había ni rastro de obreros. Volvió a casa y al revisar el dormitorio se percató de que le había desaparecido un sobre con dinero.

Muy enfadada al sentirse víctima del engaño, se dijo a sí misma que tenía que atrapar el ladrón para que se hiciese justicia. Ni corta ni perezosa, en los días sucesivos al robo se dedicó a recorrer las calles de los alrededores de su domicilio en busca del delincuente. Las pesquisas no daban frutos y decidió ampliar el radio de acción, alejándose cada vez más de su casa. La mujer dedicaba varias horas al día a esta tarea. Cuando estaba a punto de tirar la toalla y poner el asunto en manos de las autoridades, un golpe de suerte hizo que coincidiera con el hombre a quien buscaba. Lo identificó perfectamente cuando salía de un supermercado con una bolsa de la compra. Sin temor a ser descubierta, decidió seguirlo con suma cautela. Finalmente entró en un portal y cuando el ladrón estaba dentro la señora apuntó todos los datos para que no olvidarlos.

Con el caso ya resuelto se presentó en Comisaría e informó a los agentes de la calle, del número del portal e incluso dio cuenta de la ropa que llevaba el hombre en aquel momento. Los policías solo tuvieron que acudir al lugar señalado para detener al ladrón.