Discreta y afable, sencilla y de esas personas que sin darse ninguna importancia sacan adelante grandes cosas. La biografía de Margarita Fuente Noriega (Oviedo, 1954) discurre en escenarios indispensables de la capital asturiana como el Fontán, el Campo o la Universidad. Profesora de Derecho de la Universidad de Oviedo durante 37 años y presidenta de la junta provincial de Asturias de la Asociación Española contra el Cáncer (AECC), afronta una nueva etapa vital cargada de proyectos e ilusiones. En los dos años que lleva al frente de la AECC el número de socios ha pasado de 200 a 1.200.
Del cáncer al compromiso. "Tuve un cáncer de mama, en 1997 me operé y tuve una recidiva en 1998. Con eso te conciencias, así que pasé por aquí y me ofrecí. Camino Tartiere, entonces presidenta de la asociación y vecina mía, me llamó y empecé a colaborar como voluntaria. Trabajé poniendo en marcha el voluntariado hospitalario, y hará dos años este mes asumí la presidencia. Cuando llegué a AECC, como era docente, me ofrecí a dar charlas y con el psicólogo Martín Escandón impartí cursos de voluntariado: yo daba el módulo de presentación de la asociación. Ayudé a poner en marcha el programa de voluntariado en el Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA), que preparamos con Quirós y que empezó a financiar el gobierno de Foro; ahora acabamos de renovar el convenio con el Principado".
Donde otros no llegan. "Intentamos aportar lo que la sanidad pública no puede proporcionar. La asociación presta una labor de ayuda y acompañamiento. Aunque haya procesos más leves, afrontar el cáncer es difícil en cualquier caso. Pretendemos que los enfermos sepan que no están solos. Acabamos de poner en marcha el programa de primer impacto, y con él tenemos presencia física en el HUCA, donde ofrecemos información, asesoramiento, hacemos un diagnóstico de las necesidades de los pacientes que acuden a nosotros, buscamos ayudas sociales cuando son necesarias o prestamos atención psicológica".
Una visión positiva. "Yo soy afortunada. Mi cáncer fue cogido a tiempo y requirió un tratamiento muy suave. Yo no notaba los efectos secundarios de la quimioterapia, hasta el punto de que pensaba que no me estaba haciendo efecto. Lo mío ha acabado bien, casi fue anecdótico, aunque siempre arrastras la incertidumbre. Te hace reflexionar, pensar en lo efímera que es la vida, en que tienes que disfrutar los buenos momentos y ser consciente de ellos. Desde que pasó no me gusta hacer planes a muy largo plazo".
La solidaridad de la ciudad. "Cada llamamiento que hacemos obtenemos respuesta. Hay gente que te cuenta sus historias y personas que te paran por la calle para agradecer la labor de los voluntarios, y cada vez lo notamos más. Son cosas que te llegan muy adentro porque son la prueba de que conseguimos ayudar. De vez en cuando hay que hacer una llamada de atención, como ahora con la campaña del cáncer de mamá. Hay más gente que acude a nosotros y más voluntarios. Hay un taller de pintura gracias a una profesora que se ofreció, otro da clases de inglés y gente que se ofrece continuamente para hacer eventos: un grupo de gaitas que da un concierto benéfico, carreras, partidos de fútbol...".
El despegue. "Hay dos personas claves en la historia de la AECC en Oviedo: Paco Corripio y Camino Tartiere. Él fue el primer presidente y ella le sucedió hasta hace ocho años. La primera unidad de cuidados paliativos de Asturias fue un mérito de Camino Tartiere. Con Cristina Bescós, con quien yo colaboré, la asociación cambió. Ahora, en toda España trabajan para ella setecientos u ochocientos profesionales, con protocolos de empresa, márketing... La manera de trabajar es completamente diferente a la de los inicios, más profesional. En Asturias hay ya 1.200 socios; cuando yo llegué a la presidencia había 200. Nunca se habían hecho campañas de captación de socios, y los socios son nuestra fuente principal de financiación. Hasta entonces, el dinero llegaba de la cuestación, los donativos y alguna herencia. La asociación se autofinancia. Se puede ser socio con la cuota y la periodicidad que se quiera, no hay mínimos".
Del Campo al Fontán. "Nací en la calle del Marqués de la Vega de Anzo y ahora vivo allí de nuevo. Cuando murió mi padre, mi marido y yo compramos la casa. Iba al Campo de niña, luego fui con mis niños y ahora con mis perros. Recuerdo ir al Fontán con mi madre a hacer la compra, me gustaba acompañarla e ir a los puestos de las señoras de la verdura. Ahora me gusta ir los domingos a dar una vuelta por el Fontán y tomarme una cervecita. Pero también he vivido fuera, por el trabajo de mi marido. Estuve viviendo en León, con los niños matriculados allí en el colegio. A Bilbao, donde también se trasladó mi marido, iba fines de semana y vacaciones. También vivió en Madrid, una ciudad con la que estoy muy vinculada. Mis abuelos maternos eran de Madrid y allí pasaba las Navidades. Todos mis recuerdos de los Reyes Magos son de Madrid. Iba muchísimo y hasta los 10 años, cuando empecé el colegio, pasaba a menudo dos o tres meses con ellos. La siento como mi segunda ciudad, más aún ahora que tengo un hijo viviendo allí".
San Mateo en la memoria. "Me acuerdo mucho de los bailes de la Herradura: por las noches era terrorífico, era como tenerlos dentro de la habitación. Recuerdo que vinieron 'Los Brincos' y que, como era pequeña para ir a verlos, los escuché desde la ventana de mi cuarto. Me gustaban mucho los gigantes y cabezudos, y el bollo, y salir de chiringuitos, ir a la temporada de ópera en San Mateo con mis padres, el Día de América en Asturias".
