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Hoy es siempre todavía | MANUEL MON | Peluquero

"Llevaba dos cafeterías y estaba fijo pero desmonté el salón de casa y puse allí la peluquería"

El estilista de Pola de Allande concurre hoy en Londres a los "AIPP", los "Oscar" del pelo, en la categoría de vanguardia

"Llevaba dos cafeterías y estaba fijo pero desmonté el salón de casa y puse allí la peluquería"

Manuel Mon tiene 47 años, dos peluquerías en Oviedo, un equipo de 17 trabajadores y hoy está en el Albert Hall de Londres como nominado a los premios "AIPP", los "Oscar" de la peluquería, en la categoría de vanguardia. La próxima semana su firma concurrirá en Madrid a los premios "Fígaro", los "Goya" de la peluquería, con la colección que presenta María Montes y que han preparado conjuntamente. El 1 de noviembre irá a Bogotá a presentar dos colecciones, una de las cuales le dio el Campeonato del Mundo "Style Master" de 2012 en Budapest. Da formación nacional e internacional, trabaja para diseñadores, organiza desfiles propios y colabora con revistas de moda y de joyas.

A principios del pasado septiembre dio el pregón de las fiestas en Pola de Allande, donde nació en 1968.

-Mi madre se fue a Basilea (Suiza) con 19 años, cuando yo tenía 6 meses. La siguiente vez que nos vimos yo tenía 3 años y medio y mi hermano Luis 16 meses más. Regresó con mi padre en unas vacaciones de quince días. Conocí a mi hermana Mónica con 5 años. Yo llamaba a mis abuelos papá y mamá y tenía con ellos una confianza que no tenía con mis padres.

En Pola de Allande vivió feliz con sus abuelos maternos, Jovita y Servando, hasta los 9 años. Sus padres regresaron de Suiza, montaron el Mesón Marayu en la calle Fuertes Acevedo de Oviedo y la familia se instaló en la capital. Dejó la Pola, el colegio, los compañeros y a sus abuelos para vivir con un padre alcohólico.

-Conviví con él cinco años, hasta que mi madre se separó y empezamos a vivir. No tengo un solo recuerdo bueno de él. Ni un beso. Murió de cirrosis con 47 años. Fui a su entierro por mi madre.

-Con la separación, ¿los mayores se pusieron a trabajar?

-Había que salir adelante. A los 14 años dejé de estudiar y me puse a trabajar de camarero en el Mesón del Bosque y luego entré en la red de hoteles Husa, en las cafeterías de facultades y de hospitales. Trabajaba de siete y media de la mañana a tres de la tarde y tenía tiempo libre por las tardes.

-¿Cómo llegó a peluquero?

-Un compañero de las cafeterías del Hospital de Murias (Mieres) fue a llevarle unas cosas a su mujer, que estaba estudiando peluquería en la academia Grafer, y fui con él. Me interesó lo que vi y pregunté cómo se aprendía. Era un curso de un año y dije: "Aunque sólo sea para cortarle el pelo a mi madre y a mi hermana...". Hice otro año en prácticas mientras seguía en la hostelería de Murias, donde se corrió la voz y empecé a cortar el pelo a médicos y enfermeras en su casa o en la mía.

-Agotador.

-Cuando no aguanté más el cansancio, dejé la jefatura de las dos cafeterías del hospital, un trabajo fijo, desarmé el salón de casa, en un cuarto piso, y monté allí la peluquería. No había cumplido los 20 años.

Tres años después compró un local de 60 metros en Fuertes Acevedo y puso la peluquería con su hermana y una oficiala. Ese mismo 1991 ganó la Copa Revlon en Madrid.

-Gané un millón de pesetas y comprendí que me gustaba la peluquería y valía para ella. Hace doce años que hago mis colecciones y marco tendencia. Este año se lleva el pelo corto, de color natural, cómodo, que necesite poco retoque de mantenimiento...

-¿Por la crisis?

-Sí, ahora se va menos a la peluquería. Además, nos subió el IVA del producto del 18 al 21 por ciento y el IVA de cada servicio del 8% al 21%. Se cerraron 35.000 peluquerías en los últimos tres años.

-Está en la peluquería y hace colecciones de vanguardia.

-Siempre estoy pensando en pelos. Mi colección "Sayuri" salió de ver "Memorias de una geisha" y me la publicaron en China y Japón. "Nautilus" está inspirada en las formas de animales marinos. "Simurg" está basada en un animal de la mitología persa, un pájaro con cabeza humana que presenté con una mujer caracterizada como un pájaro.

Mon crea de noche y solo en su casa, un chalé frente al campo de golf de La Barganiza (Pruvia de Arriba, Llanera), 280 metros cuadrados de vivienda y una finca de 1.300 metros cuadrados. En el garaje tiene montado el taller. Mientras suenan Sade, "Enigma" o Emma Shaplin, hace un boceto, prueba sobre muñecas de pelo largo y trabaja las formas que quiere para que esté todo preparado para hacerlo, al final, en la modelo.

-De eso no llega nada a la peluquería comercial. Va a las películas, a la publicidad, a la moda...

Está casado con Miguel, un bioquímico de 42 años. Se fueron a vivir juntos a la semana de conocerse. Hace diecinueve años.

-¿Están casados?

-En Gijón, hace siete años. Mi marido ahora está trabajando en el Hospital Infanta Cristina de Badajoz y viene una vez al mes. Como trabajo tanto y voy de aquí para allá no me como tanto el coco. Él lleva peor la separación: no está en casa, ni conmigo, ni con sus perros, sino en otra ciudad, con otros compañeros.

Tienen tres perros: "Cheska", de 10 años, una pastor alemán cruzada con husky siberiano de 35 kilos, buena y cariñosa; un sipsu, de 5 kilos y un chihuahua enano de un kilo que regaló a su marido cuando cumplieron cinco años de matrimonio.

-¿Cuándo definió su sexualidad?

-A los 12 o 13 años empecé a notar que me pasaba algo y que no era como los demás. Tuve suerte con los amigos, y con mi madre, la mayor suerte del mundo porque sin decirle nada lo sabía y entendía todo. Adora a mi marido. En mi vida he preferido ser discreto. Ser peluquero no significa ser afeminado ni extravagante, aunque para algunos trabajos me visto llamativo.

-¿Qué tal le va?

-Me encuentro muy bien. Profesionalmente, me pasan cosas que ni imaginaba ni conocía hace veinte años. Tengo salud. Al negocio le he sacado dinero que he invertido en técnicas y materiales nuevos. No me importa gastarme 1.500 euros en unas tijeras de cobalto con su peso, su corte suave, su afilado quirúrgico. Los peluqueros no nos prestamos las tijeras. Si alguien me las coge, lo noto.

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