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La Corredoria espera lechones

Los vecinos de la calle Josefina Argüelles vigilan a diario "a los cerdos vietnamitas que crían en las chabolas" porque "cualquier día paren junto a los columpios"

La Corredoria espera lechones

María Gutiérrez sube la persiana del salón y escudriña el horizonte. Se toma su tiempo hasta que por fin encuentra lo que está buscando. Entonces, llama a su hija Carla. "Rápido, ven. Allí hay uno. Debajo del puente". El padre se une algo más tarde a la escena porque está algo cansado de ver lo mismo cada día desde hace varias semanas: Un cerdo. Y a veces varios. "Hemos visto hasta cuatro gorrinos por aquí, junto al parque infantil", asegura esta familia que vive en la calle Josefina Argüelles, a escasos metros de un poblado chabolista, en el que, según cuentan, sus moradores crían "de todo, desde gallinas, hasta caballos".

Lo cierto es que hay dos caballos, uno blanco y otro de color canela, amarrados a un árbol muy cerca de las precarias viviendas de madera y plástico. "Debe haber como cuarenta personas allí, pero nunca hemos tenido problemas con ellas. Son bastante correctas y no montan follones. Salvo lo de tener cerdos por ahí corriendo, que no nos parece muy higiénico". Lo cuenta María, que en realidad no se llama así. Madre, padre e hija han preferido no dar su nombre "por miedo a que los dueños de los animales reaccionen mal".

"Mira, qué te dije. Ahí tienes a uno". La hija del matrimonio está en lo cierto. A eso de las once y media de la mañana, un enorme cerdo de color oscuro, sin pelo, con apariencia de ser de la raza enana o vietnamita, cruza alegremente el parque. "Cualquier día paren junto a los columpios, por eso vigilamos a diario desde la ventana", insiste Carla. En ese momento llaman al timbre de la puerta. Es la vecina de al lado, que también ha visto "al bicho".

Nadie sabe qué hacen con los cerdos o los lechones. "A lo mejor se los comen, pero la verdad es que nunca hemos oído nada raro, como de matanza porcina", explica la familia sin apartarse de la ventana del salón,

Algo parecido sucede en Olivares, en el Alto de Buenavista. Allí los vecinos también están acostumbrados a ver cerdos, pero salvajes. La última vez fue hace dos semanas, cuando descubrieron tierra removida junto a un parque público de juegos infantiles. Estos ovetenses creen que los jabalíes salen del bosque 'El Casarín', que está entre Las Campas y Olivares, y entran en la zona urbana. También defiende esta teoría el portavoz de la asociación de vecinos de Olivares, Joaquín Salas, que para demostrar su tesis argumenta que "no hace falta más que ver las zonas por las que antes se movían y por las que ahora aparecen". Otros dicen que la proliferación de estos animales se debe a que se acercan a los humanos en busca de comida y que incluso puede que haya raíces comestibles en la zona.

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