María Quintas Viyella (Oviedo, 1967) es artista, sobre todo centrada en la pintura, y lleva años luchando por vivir de su profesión en una ciudad como Oviedo, de pequeño tamaño, sin demasiadas alternativas pero con el irresistible encanto de ser el lugar donde nació y donde ha querido quedarse. María Quintas es graduada en Artes Aplicadas, Diseño e Ilustración por la Escuela de Arte de Oviedo. Tras acabar sus estudios se fue a Madrid, donde estudió ilustración en el Centro de Estudios de la Imagen. También realizó cursos y talleres con artistas como Hernández Pijuán, Mitsuo Miura y Daniel Quintero. Aunque en un principio se dedicó a la ilustración publicitaria, desde 1997 se centra en la pintura, actividad que compagina con la gestión de una escuela de arte para niños y adultos ubicada en Oviedo.

Los prados del Naranco, el color de la infancia. "Mi infancia transcurrió en Oviedo. Vivíamos con mis padres y abuelos en la calle Francisco Cambó, chocando con la avenida de los Monumentos. Por esa zona ahora hay muchos chalés. Nosotros jugábamos en todos esos prados que ahora están totalmente integrados en la ciudad. Sin duda era otra época. Eso también me hace consciente del paso del tiempo. ¡Me siento como una auténtica abuela cebolleta! También conservo con mucho cariño el recuerdo de aquel comercio tan de barrio, de auténtica proximidad. Todo eso se ha perdido. Me da pena que los niños de hoy ya no puedan conocerlo".

Entre la osa "Petra" y el perro "Rufo". "Me acuerdo también de la osa 'Petra'. Siempre la veías como muy mayor, allí metida en aquella jaula enorme del Campo San Francisco. Hace unos días me quedé mirando la estatua dedicada al perro 'Rufo' y pensando que, realmente, andaba a su aire por todo Oviedo. Cruzaba las calles y caminaba con una seguridad increíble, era todo un personaje de la fauna animal de la ciudad".

Las historias del abuelo y el camino al colegio. "Hice la primera comunión en la iglesia de San Pedro de los Arcos, que era nuestra parroquia. Mi abuelo nos llevaba por el Naranco y nos contaba historias de la guerra. También nos enseñaba los proyectiles incrustados en las fachadas. A los niños todas esas cosas nos llamaban mucho la atención. Para ir al colegio de la Milagrosa cruzábamos por Viaducto Marquina. Hay que tener en cuenta que esa zona de la ciudad aún estaba separada del centro por las vías del ferrocarril. Todavía no existía la losa. El camino era un poco más largo y también tenía su encanto".

Un casco urbano sin grandes superficies. "Cuando yo era pequeña en Oviedo no había grandes superficies. Estaban Botas y Al Pelayo, y para de contar. Allí tenías que dirigirte al dependiente y contarle tu vida para comprar lo que buscabas. Cuando abrieron Galerías Preciados fue toda una revolución. En la adolescencia pasé al Instituto Aramo. Nos daban muchos apuntes y no me gustaba cogerlos. Me dedicaba a dibujar. Una vez un profesor me pilló haciendo unos retratos. Así que una de las profesoras, que estaba casada con el director de la Escuela de Arte, me recomendó que fuese por allí. Subí y me quedé encantada. Así que dejé el Instituto en tercero de BUP.

Flechazo con la Escuela de Arte. "En la escuela daban la opción de hacer el Bachiller y luego la especialidad. Para mí, llegar allí fue la salvación. Sigue siendo muy buena. En España había otros centros, pero eran sitios más centrados en talleres. Cuando nadie lo hacía, aquí ya se estudiaba diseño. Siempre estaban a la última. Tuve profesores como Ricardo Mojardín, María Álvarez y Fernando Alba, que llegaban con ganas de hacer muchas cosas. Alba, por ejemplo, nos llevaba a una chatarrería a comprar materiales. La escuela para mí fue una maravilla. Cuando me encuentro a los profesores, les saludo con mucho cariño".

De bruces con la realidad laboral. "Me especialicé en Ilustración. En aquella época en Asturias la única opción era trabajar con agencias de publicidad. Así que me marché a Madrid, al Centro de Estudios de la Imagen. Luego empecé a trabajar en una compañía de dibujos animados. Echaba de menos Oviedo. Me gustan las ciudades pequeñas y el clima asturiano. El exceso de sol acaba por molestarme. Me imagino que será la consecuencia de haber nacido aquí. Es lo que he visto desde pequeña".

La globalización, desde la calle Uría. "En general, con la globalización que nos invade ya no existe una pintura identificativa de un lugar. Sin embargo, creo que en Asturias sí que queda algo así. Tenemos una pintura propia del Norte. El caso es que me volví a Oviedo. Estuve un año trabajando como ilustradora para una editorial. Estuve bien, pero el problema es que los ilustradores son "free lance". Hay temporadas que no duermes y otras en las que apenas hay encargos. Así que es un trabajo muy estresante".

Lápiz y papel. "Me gusta el contacto con el lápiz y el papel. Cuando boceto lo hago en libretas. No he expuesto mucho todavía. La pintura no es tanto hacer el cuadro como saber lo que tienes que decir: ahí está la cuestión".

"Al final, me decanté por la enseñanza, que te permite garantizar unos ingresos fijos y seguir cogiendo encargos. Mi pintura es figurativa. Nunca sentí la necesidad de experimentar con los materiales. Empecé a dar clases en talleres y academias y gracias a una amiga y alumna llamada Violeta monté una academia de dibujo y pintura; y a eso me dedico. Doy clases a niños y a adultos. Ahora tenemos una exposición en el auditorio Príncipe Felipe".