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La Corredoria se rinde al backgammon

Jorge Alberto Dátola, campeón del torneo nacional del juego de mesa en Argentina, pone de moda el tablero en La Corredoria y prepara "un certamen intercentros"

Jorge Alberto Dátola, ante un tablero de backgammon. E. V.

"He conseguido que la gente pida un tablero de backgammon en La Corredoria en lugar de un parchís o una baraja. Es que está relindo este juego". A Jorge Alberto Dátola le brillan los ojos cuando habla de backgammon y es capaz de platicar durante horas sobre la mejor estrategia, las normas o su historia. Este bonaerense ostenta el título nacional del primer torneo de la especialidad -considerada deporte en algunos países- que se organizó en Argentina. "Fue en 1986 y la final se jugó en el hotel Sheraton. Gané puntos para el ranking, que era lo que me interesaba, y dos pasajes a Río de Janeiro con estancia en un hotel de cinco estrellas". Pero la vida de este campeón, brillante jugador de ajedrez, y economista especializado en el análisis de riesgos, dio un vuelco en 2001, cuando el corralito apareció en su vida y le dejó sin trabajo y sin ganas de echar una partida. Catorce años después vuelve a sonreír y da clases de backgammon a medio centenar de personas con la vista puesta en hacer un certamen intercentros.

Francisco Piquero "Piqui" es el responsable del Cortijo, el centro social del barrio, y el que le devolvió a Dátola la ilusión tras recibirle hace dos años en su despacho. "Le expliqué en qué consistía el juego y que yo creía que podría funcionar muy bien como actividad". El entusiasmo del argentino bastó para convencerle y a los pocos días ya había clase de backgammon en El Cortijo.

Dátola lo hace por amor al arte. Es decir, no cobra ni un euro pero no le importa porque está retomando el proyecto que inició en Buenos Aires. Allí convenció a sus compañeros del Banco Central para hacer un equipo y jugar contra otras entidades. "El director del banco me puso como condición que consiguiera firmas para jugar y lo hice. Luego nos compró tableros. Es un proceso parecido al de La Corredoria".

Antes de asentarse en el barrio, el economista se instaló en Olloniego. Era el año 2002 y acababa de reagrupar su familia (su mujer y sus tres hijos) en Asturias. "Vinimos aquí porque teníamos unos amigos", explica Dátola, que se ganó la vida cinco años como taxista. Pero el suyo no fue un camino fácil. Le costó mucho encontrar trabajo. "En esa época anunciaron la apertura del polígono de Tudela-Olloniego. Así que fui a todas las empresas y mandé el currículum. Como no me llamaba nadie quité parte de mis méritos a ver si tenía más suerte. Sólo me contestó una compañía para darme las gracias educadamente y decirme que no tenían un puesto para mí". Ahora vive un feliz retiro y acaba de ser abuelo. "Es una niña y se llama Ada". En unos años aprenderá a jugar.

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