Luz Cuevas Cuesta, Mari Luz Cuesta para todos lo que la conocen, derrocha vitalidad, ganas de aprender y de seguir haciendo cosas. Es hoy por hoy una de las más reconocidas empresarias ovetenses del sector de la moda, el mundo que conoció desde que era niña. Su madre era la renombrada modista Luz Cuesta, propietaria de un taller en la calle Marqués de Pidal con cuarenta empleados. Una de ellas también fue Mari Luz, orgullosa de haber empezado desde abajo, siempre de la mano de su progenitora. Feliz también de haber traspasado el testigo a su hija Marisa, que ahora regenta la tienda familiar, con 64 años a sus espaldas. En realidad, fue en 1951, cuando la matriarca Luz decidió fundar un negocio familiar, centrado en la venta de ropa de mujer. Con el paso de los años el establecimiento se fue adaptando a los cambios en la demanda, pero sin perder nunca de vista la calidad de los productos.

La infancia en la calle san Bernabé y los viajes a París. " Soy una de las dos chicas de cuatro hijos que tuvieron mis padres. Nací en la calle San Bernabé, donde el bar Montoto. De pequeña recuerdo un Oviedo mucho más triste. Eran años duros de guerra y postguerra. Luego todo cambió. Mi madre fue mi gran ejemplo, era una gran mujer, y una reconocida modista que iba a París a comprar tejidos, botones, y todas esas cosas que no se encontraban en España. Iba con ella y me acuerdo que una de las cosas que más me gustaban era comprar una baguette y hacer un sandwich de queso. Luego llegabas a España y apenas había pan. El cambio era tremendo. Viajábamos en tren y la verdad es que era un largo trayecto. Era bastante incómodo. De hecho, cuando ya viajé a en avión en bussines me pareció mucho más divertido".

Sin apenas tiempo libre. "Tengo cuatro hijas y nueve nietos. La mayoría viven fuera de Asturias y estudian sus carreras. Todos están muy bien situados y eso me alegra muchísimo. Conmigo en la tienda está Marisa desde hace 27 años, y su amiga Reyes desde hace siete. Somos un buen equipo, aunque a mi me dicen que soy un poco mandona. No puedo evitarlo. Nací en el mundo de la moda, aprendí a coser y distingo perfectamente una prenda bien hecha de otra que no lo es. Vivo sola y no tengo ni un minuto libre. Yo creo que me mantengo tan bien porque leo mucho y procuro no ver tonterías en televisión. Cuido la casa. Todo menos cocinar, que nunca me gustó, ni limpiar el polvo. Prefiero emplear el tiempo en vivir a fondo. No estudié carrera porque era la bohemia de la familia, bohemia para aquellos tiempos, que no tenían nada que ver con los actuales. Me formé en el colegio, adquirí una cultura general, arte, un poco de piano: fui alumna de Paulino Vicente, como muchas chicas de la época que podían permitírselo. Lo hice gracias a la madre maravillosa que tuve".

Valioso ejemplo materno. "Siempre digo que el gran ejemplo de mi vida fue mi madre. A todos sus hijos les dio carreras, menos a mi, porque preferí dedicarme a la moda, igual que ella. Eso sí, nunca fui independiente. Éramos fieles a la familia y respetábamos a los mayores. También nos lo pasábamos muy bien. Me encanta que la gente trabaje y que viva fenomenal. Yo he viajado mucho, a ver desfiles a París, a Milán y siempre por motivos de trabajo, nunca por diversión. No teníamos vacaciones como ahora".

Suerte, salud y mucha energía vital. "Considero que he tenido mucha suerte en la vida. Siempre me acompañó la salud y eso es muy importante. Cuando mi madre montó la tienda, yo ya estaba con ella en el equipo de trabajo del taller. Empecé como las demás, como todo el mundo en Oviedo. Teníamos mucho valor y mucho mérito. Me casé en el año 1954, en la capilla del Cristo de las Cadenas. La iglesia de San Juan se reservaba para la élite. Ahora todo está mezclado. En cualquier sitio llega el camarero, te tutea y te pregunta que te apetece tomar. A mi siempre me ha gustado ir con los tiempos. Creo que si hubiera sido hoy no me hubiera casado. Habríamos vivido juntos, como hacen ahora las parejas".

En cambio, en otras cosas sigo fiel a lo que me enseñaron. Somos de ese tipo de gente que conserva los proveedores de siempre y va a la misma peluquería. Somos así. La moda la llevo en la sangre. Es como la vocación de un cantante de ópera, realmente no sabría hacer otra cosa".

La vida en el centro de Oviedo. "Mi ciudad me gusta mucho. La vida la hago en el centro, que es donde vivo y donde siempre he estado. Los domingos salgo y me recorro los escaparates. Algunos me parecen un horror. Otros derrochan buen gusto. Oviedo es muy grande, es posible encontrar cosas muy variadas. Vienen turistas sí, pero muchos de mochila y refrescos. Todavía me acuerdo de los veranos, cuando las clientas mexicanas se llevaban de todo. Seguimos teniendo ese tipo de público, pero menos. Las ventas están más calmadas. Yo amo lo que hago, como siempre. Me considero clásica, pero no una clásica de esas que se ponen el abrigo beige y no salen de ahí, que quede bien claro. Me conservo muy bien, delgada y con una mentalidad fresca. No me puedo quejar".

De jovencita entré muchas veces en Chez Dior, y en todos esos sitios de París que antes eran totalmente diferente. Tampoco me gusta alardear de ello. Cada vez hay menos gente que sepa de verdad de ropa. Bordar un traje es un arte costoso. Por eso ahora viene todo de China. También entro en las tiendas de moda rápida, la vida hay que vivirla y estar al día. Hombre, a veces veo cosas por la calle que no me gustan nada. En general, en Oviedo se viste bien, pero cayó todo, hasta en mi casa, tengo cosas que pensé que nunca vendería".