Otra de las suyas tiene que ver con ciertos funcionarios. Saben los veteranos de la vida municipal que un concejal no es nadie sin los técnicos. Su firma vale oro y puede acabar con la carrera de quien se la salte. Pues Rosón no está cómodo con alguno de los jefes de servicio que alumbró el PP en su época dorada. Siente que no son afectos al ideario podemista, que le miran de soslayo y que desconfían. Rosón quiere un grupo fiel y así se lo ha hecho saber a sus colaboradores. Estudia y calcula cómo sacarse de encima a los molestos y nombrar un serie de directores generales. Supondría un gasto importante para el Ayuntamiento y, está el riesgo de que el "dedazo" desate una tormenta.