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Los vecinos ya notan el efecto del plan antiestorninos, con menos ruido y heces

Las familias que frecuentan el Campo San Francisco y los comercios del entorno aseguran que en estos últimos días se ven menos pájaros

Arriba, Carla Fierro y Carlos Sánchez. A la izquierda, Cristina Arbesú y encima Roberto Díaz con su águila "Gepetta". MARÍA GÓMEZ

El plan municipal contra los estorninos, puesto en marcha el pasado domingo y que recurre a ruidos, luces y un águila planeando por el Campo San Francisco, empieza a dar resultados. Las familias que frecuentan el parque aseguran que en los últimos días se ven menos pájaros, aunque aún se hacen notar por el rastro de excrementos que dejan. Los comerciantes de la calle Conde de Toreno, en el extremo del parque donde se concentraban, cuentan que el martes ya notaron que había descendido el volumen de los graznidos, que desde hacía semanas resultaban muy molestos al caer la tarde.

Carla Fierro, una madre que ayer paseaba por el Campo con su hijo, Carlos Sánchez, reconocía no haber reparado demasiado en los estorninos. Sí que lo había hecho en la suciedad de las últimas semanas. "La verdad es que desde hace un tiempo no se puede uno sentar porque está todo sucio, pero no sabía que era por los pájaros", explicó. Cristina Arbesú también suele pasar por el parque, pero a las horas a las que lo frecuenta no nota las molestias de los estorninos. A ella le llama la atención la belleza de su vuelo. "El sábado les hice una foto", indicó.

Las hermanas Mariluz y Charo González son más conscientes de los problemas que causan los estorninos. "Es un espectáculo verlos volar pero el Campo está indecente", afirma la última. "Está lleno de suciedad y huele mal, y eso que continuamente pasan limpiando", añade la otra.

Charo González relata que algunos días, de tantos excrementos como hay por el suelo, el parque "parece como nevado". Coincide con su hermana en que ya no hay tantos estorninos, pero ella opina que más que por la estrategia desenvuelta para expulsarlos, con sonidos amplificados y el águila de Harris "Gepetta" planeando cada noche entre los árboles, ha sido por propia iniciativa de las aves, guiadas por sus propios impulsos migratorios.

En la calle Conde de Toreno, las dependientas de una tienda de moda infantil, Eva Montero y Alba Rodríguez, son testigos de las andanzas de los estorninos desde hace unas semanas. Eva Montero cuenta que, por las tardes, "a partir de las seis, cuando vuelven a los árboles, es increíble el ruido que hacen. No paran de chillar, los vecinos tienen que estar locos". La tarde del pasado martes, comentaron, ya notaron menos ruido. Raro es el día, cuentan, que no ven a alguien esperando en el semáforo acabar salpicado por los excrementos. Eso por no hablar de los coches aparcados en esa calle, cubiertos de heces. "Esperemos que se marchen pronto", deseaba ayer Alba Rodríguez.

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