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"Konnichiwa", Oviedo

La Escuela de Arte inaugura hoy una exposición de xilografías y pinturas niponas y acoge una conferencia sobre arte japonés

Arriba, xilografía del género samurái del siglo XVIII. Abajo, Takaharu Hashimoto, coleccionista y coordinador de la exposición de la Escuela de Arte, y Yayoi Kawamura, profesora de Historia del Arte de la Universidad de Oviedo. luisma murias

La atracción de occidente hacia Japón y su cultura es mucho más antigua que la llegada de los restaurantes de "sushi" o la decoración "feng shui" a todas partes. Desde la segunda mitad del siglo XIX, Europa y Estados Unidos se quedaron embelesados al ver las obras de arte niponas que acababan de aterrizar en sus territorios. Y a pesar del paso de los siglos y de los cambios que han tenido lugar en todo este tiempo, esa fascinación por la creación japonesa sigue vigente.

Así lo confirmará hoy Yayoi Kawamura, profesora de Historia del Arte de la Universidad de Oviedo, en la conferencia que ofrecerá en la Escuela de Arte de Oviedo, titulada "Desde la estampa ukiyo-e hasta el manga. Atracción del dibujo japonés". Además, al término de la ponencia, a las 11.30 horas, la Escuela inaugurará la exposición "Ukiyo-e. Grabados y pinturas japoneses de los siglos XIX y XX", compuesta por obras de la colección particular del japonés residente en Oviedo, Takaharu Hashimoto, que estará abierta al público hasta el 4 de febrero. Ésta es la primera vez que se crea una muestra con las obras que lleva coleccionando más de 30 años, y ha sido gracias a la influencia del artista asturiano y profesor de la Escuela, Ricardo Mojardín. "Vino a ver la colección y me dijo que con eso había que hacer algo. Yo había visto algunas exposiciones en Madrid y Barcelona sobre grabados y pinturas japonesas y creo que esta no tiene nada que envidiar. Al contrario, he realizado un texto que acompaña a cada obra y facilita que se entienda, porque el arte japonés, además de mirarlo, hay que entenderlo", afirma Hashimoto.

Y tiene razón. Paseando por la sala de exposiciones uno ve imágenes reconocibles como geishas, samuráis, luchadores de sumo, kimonos, sombrillas pintadas a mano o paisajes dominados por aguas tranquilas y cerezos en flor. Pero, además de la belleza que salta a simple vista, estas xilografías del siglo XIX y las pinturas realizadas a mano sobre papel japonés, la mayoría del siglo XX, esconden información valiosísima sobre la historia y las costumbres de una sociedad que tiene enamorado a medio mundo.

"El ukiyo-e, las xilografías realizadas en madera de cerezo entre finales del siglo XVIII y principios del XIX, nacieron como un arte popular. No tenía una calidad extrema, pero a partir de la apertura de Japón al mundo, sobre 1850, llegaron a Europa, y su impacto fue tremendo en artistas, literatos y creadores de todas las ramas", explica Kawamura. Su aterrizaje coincidió con un momento en el que Europa buscaba algo nuevo, y el ukiyo-e se lo dio. Así nació el "Japonismo", la gran moda del arte nipón en todo el viejo continente. "Las xilografías se extendieron más que cualquier otro género porque eran fáciles de transportar por su colorido y por sus escenas exóticas. Pero lo que más gustaba a los artistas eran los trazos de sus dibujos; parecían simples, pero era increíble pensar que eso se había conseguido al raspar todos los trazos en la madera. Ese arte encandiló a Europa", añade la profesora. La mayor parte de esta producción salía de Edo, el actual Tokio. "Era una ciudad muy avanzada. En 1840, la alfabetización de los hombres rondaba el 70 por ciento y la de las mujeres superaba el 45. Los artistas sabían que se podían entender sus obras de ukiyo-e", explica Hashimoto.

Pero llegaron las guerras y las crisis a Europa, y el arte japonés desapareció. Hasta que en la segunda mitad del siglo XX, el dibujo japonés, esta vez a través del manga, vuelve a conquistar Estados Unidos y Europa. "Son líneas mucho más sencillas que las de los tebeos europeos, pero a finales de los 60 y principios de los 70, con el auge del 'pop-art', el público se siente atraído por ellos", afirma Kawamura. Y para muestra, un botón. "Heidi", "Marco" y "Mazinger-Z" son tres series de dibujos animados de procedencia japonesa que marcaron la infancia de los nacidos en los 70; luego vendrían "Oliver y Benji", "Dragon ball", "Ranma" o "Doraemon"; que marcaron la infancia de los nacidos en los 80 y 90, y varios siguen de actualidad en el recién estrenado 2016. "Cuando yo era pequeña leer manga estaba mal visto. Se interpretaba como que le estabas quitando tiempo al estudio o a la lectura de verdad. Pero como ha ocurrido en España, que se han adaptado al cómic obras como 'El Quijote'; en Japón se han adaptado al manga textos clave como el 'Genji Monogatori', una novela del siglo XI, de las más antiguas de la historia. Ahora jóvenes y mayores de todo el mundo aprecian este arte", cuenta Kawamura.

Ella lo sabe muy bien. Muchos de sus alumnos de la universidad se interesan por el manga, las pinturas o los grabados japoneses. Por eso, tanto ella como Hashimoto, animan a los ovetenses a adentrarse en el arte y las escenas costumbristas del país del sol naciente. Una cultura que abre sus puertas a la ciudad entonando alegremente un "Konnichiwa (hola), Oviedo".

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