Sus orígenes se hincan en la Fábrica de Armas de la Vega -hacia 1945-, y setenta años después procesionarán el próximo Martes Santo (22 de marzo), bajo un estandarte que rezará: "Real" Cofradía del Silencio y Santa Cruz, siendo su nuevo atributo de realeza el que Felipe VI acaba de otorgarles, atendiendo así a una petición que los cofrades le habían formulado poco tiempo atrás.

Lo cierto es que el título de Real le viene a esta veterana cofradía como anillo al dedo, pues su sede canónica es precisamente la parroquia de Santa María la Real de la Corte, una de las cuatro de fundación regia y atribuida a la voluntad de Alfonso II (junto a San Tirso, San Isidoro y San Juan).

Por si ello fuera poco, cierta niña ovetense, llamada Letizia Ortiz Rocasolano, perteneció a dicha parroquia y correteó por las calles del entorno, motivo por el cual cuando Felipe de Borbón la hizo esposa y princesa, los cofrades la nombraron Camarera -de cámara- de Honor de la Cofradía, y a él, Abad de Honor.

Eso sucedió en 2005, según evoca Mario Álvarez, viceabad de la Junta de Seises, que es el órgano de gobierno de la Real Cofradía. Álvarez pertenece a la hermandad desde 2002, año siguiente al de su refundación, ya que desde finales de los sesenta del siglo XX esta agrupación penitencial de Semana Santa se había desactivado, al igual que todas las de Oviedo y buena parte de las de España.

Mario Álvarez precisa también que cuando Felipe VI accedió al trono, en febrero de 2014, los cofrades comenzaron a pensar en que, vistos los antecedentes, debían solicitar el título de Real. Entonces, escribieron un argumentario con los motivos -entre ellos, los de aquella chiquilla parroquiana-, y pidieron los parabienes de su arzobispo, Jesús Sanz Montes, y del consiliario y director espiritual, José Ramón Garcés, párroco de la Corte.

Procedieron con la maniobra "a comienzos de noviembre del año pasado, y dos meses más tarde habíamos obtenido la respuesta afirmativa", explica Mario Álvarez. La Real Cofradía barrunta ahora sobre cómo agradecer el gesto de la Casa del Rey, o "imponer una insignia al Rey y a la Reina, tal vez en una recepción cuando vengan con motivo de los próximos Premios Princesa de Asturias", conjetura Armando Arias, Abad de la Junta de Seises.

"Esto es un gran orgullo para nosotros", sentencia Laura González, la más joven -junto a Paloma Frechilla- de la referida Junta de Seises. Es también la secretaria de la Junta, y hermana cofrade desde hace unos diez años, "porque desde cría siempre me hizo ilusión y quise serlo".

En el presente, las satisfacciones llegan en pareja: además del título real, "durante todo el año pasado y lo que va de este, se han dado de alta 80 nuevos hermanos y hermanas cofrades", con lo que en total son ya "unos 230 de derecho", indica Laura González, quien también enumera proyectos para el futuro. Unos son relativamente asequibles, como "terminar de bordar el manto de Virgen de la Amargura" una de las imágenes titulares de la Real Cofradía. Otro objetivo consiste en "hacerle un trono nuevo al Cristo de la Piedad", la extraordinaria escultura de Antonio Borja, que volvió a salir en procesión en 2015. Habría también un objetivo para el futuro, pero costoso y de largo recorrido: recomponer el paso de la Oración en el Huerto, el más grande que conoció Oviedo y que en el presente se haya despiezado e incompleto. Fue signo de los años de esplendor de una hermandad que ahora es Real Cofradía.