"Lola" y "Lolita" son dos cabras regueranas, madre e hija de tres meses, que faltan de un prado de Lazana desde la semana pasada. Sus propietarios las cambiaron de finca y desaparecieron durante la noche. No parece que tuviesen muchas posibilidades de huir, puesto que, precisamente porque eran nuevas en el prado, sus propietarios se ocuparon de atar una pata delantera y otra trasera de la mayor para dificultar sus movimientos. "No es la primera vez que nos pasa", denuncia Julio Naves, ganadero de la localidad de Granda. De hecho, dentro de unos días acudirá a un juicio para depurar responsabilidades sobre el robo, meses atrás, de unos corderos de su propiedad, también en Las Regueras. La cuestión ahora es, saber qué fue de "Lola" y "Lolita".
"No parece que ellas pudieran escapar a ningún lado, porque tenían las patas atadas; lo hacemos siempre que las llevamos a un prado nuevo", indica Naves. "Eso sí, al tener las patas atadas la madre es mucho más fácil de coger, porque no puede correr. Y la hija sigue a su madre allá donde va", lamenta este ganadero, acostumbrado, por desgracia, a notar la falta de ganado, fundamentalmente cabezas de ovino y caprino.
El robo de ganado, esporádicamente, en la zona rural, es una práctica más habitual de lo que parece, según apuntan las fuentes consultadas en la Comandancia de la Guardia Civil de Oviedo. Sin embargo, no todos los casos se denuncian. Los amantes de lo ajeno se acercan a sustraer el ganado por la noche, con menos posibilidades de ser vistos, y eligen para ello fincas que suelen estar cerca de una carretera, con buenos accesos. Se cree que, en la mayor parte de los casos, el destino de los animales es el consumo propio, aunque a finales de 2014 la Guardia Civil en Asturias contribuyó a desmantelar una importante red a nivel nacional que se dedicaba a robar ganado para vender la carne en el extranjero. Detuvieron a veinte personas, siete de ellas en el Principado.
Esta organización criminal se centraba en las ovejas como objeto de sus acciones. La banda también falsificaba la documentación para sacrificar al animal y destinarlo al consumo humano. Lo que hacían era sustituir o implantar los elementos de identificación, crotales o microchip creados específicamente para estos animales. Posteriormente, para poder trasladarlos al matadero o a otra explotación utilizaban guías de origen y sanidad falsificadas con un sello veterinario, de forma que conseguían dar visos de legalidad al ganado robado. Para colmo, la red contaba también con la connivencia de responsables y empleados de mataderos, donde sacrificaban los animales sin seguir el protocolo legal.
Julio Naves ha difundido las fotos de sus cabras "Lola" y "Lolita" en las redes sociales, con la esperanza de encontrar alguna pista sobre su paradero. También es criador de ganado de raza autóctona, como las oveyas bermeyas, pero este rebaño está muy bien custodiado por una manada de mastines con el gran "Tarzán" a la cabeza. Ahí nadie se atreve a acercarse.
