"Que la fuerza te acompañe", le deseaba ayer un maestro Yoda de metro ochenta a un amigo vestido de gamba. Situaciones tan pintorescas como esta sólo pueden darse en Carnaval y Trubia acogió el último de los que se celebran en el entorno de Oviedo. Aunque no por eso se quedó a la zaga. "Hay un gran ambiente y es una buena oportunidad para que los niños vuelvan a disfrazarse una vez más", señala Begoña García ataviada con un traje de pirata.

La fiesta comenzó a las cinco de la tarde con un desfile que partió de la estación de tren y discurrió por las calles de la localidad hasta llegar a la plazoleta, en el entorno del Casino. Decenas de personas siguieron en comitiva a los encargados de transportar a la sardina que después ardería en llamas para desgracia de las plañideras que la lloraron durante toda la tarde. El pescado, plantado como un espeto malagueño en mitad de la plazoleta, se quemó con infinidad de impresos aportados por los vecinos del pueblo que simbolizaban "una lucha contra la burocracia", explica Roberto Velasco, que ayer estaba disfrazado de cocinero junto a un grupo de amigos.

Los integrantes de la banda de gaitas "Ciudad de Oviedo" también se disfrazaron para la ocasión, con lo que en Trubia pudieron verse gaiteros vestidos de médicos, militares tocando el acordeón o a Superman tocando el bombo a un ritmo desenfrenado. "Puede que hayamos sido los últimos en celebrar el Carnaval, pero tenemos el mayor buen rollo de toda Asturias", sostiene Cristina Menéndez mientras trata de dominar la peluca que remata su disfraz de dama antigua.

A pesar de que la tarde fue soleada, el concurso de disfraces se celebró en el Casino. Allí estuvo Pipi Fernández vestido de Bestia y María Díaz, que prefirió ser la Bella. También acudieron las pitufinas Juana Cañete, Alexia Ortuño y Nati Lacueva o Nel Bosch, que ayer acudió a Trubia para visitar a su tía y para enfundarse el disfraz de pirata. "Tengo ganas de que llegue la chocolatada", decía impaciente a la puerta del Casino. Y llegó. Fue después del concurso y en la plazoleta. Todos los niños y algún que otro padre se pusieron las botas.

En Trubia tampoco faltaron los policías, bomberos, robots, personajes de dibujos animados ni las citadas gambas. Una de ellas era Julia Galán, que tenía ganas de fiesta: "Esto no se acaba aquí, seguirá por la noche", adelantaba.