Si hay alguna palabra que defina bien a Loli Ibáñez López esa es sensibilidad. Desde el sonido de su voz, suave y tranquila; a su gesto amable, su sonrisa franca y la forma en que habla de los suyos, de Oviedo y de la pintura. La delicadeza y su carácter detallista se hacen presentes en el lugar favorito de su casa: la cocina, ese lugar que, como ella dice, "la gente abandona después de haber cocinado o de comer, para trasladarse a otra zona de la casa". Sin embargo para esta mujer, auxiliar de psiquiatría en un centro de salud mental en Oviedo, la cocina es su lugar favorito llegada la tarde.

"A mi me encantar estar en la cocina, aquí tengo mi rincón. Dice mi hijo que aquí está mi silla de pensar y tiene razón. Sentada a esta mesa, leo, pinto, encaro nuevo proyectos, pongo en marcha mis ilusiones", dice mientras sirve un café estupendo y unas torrijas caseras, recién hechas, sobre un precioso mantel de hilo y en un no menos delicado conjunto de café. "Esto es todo para disfrutar el momento, para eso está", enfatiza.

Una de sus grandes aficiones, la pintura, ya la empezó a desarrollar desde niña. "Aprendí a pintar con otra pintora, Tensi Galán. Desde que cogí el pincel aprendí a ver las cosas bajo otro prisma. Todo me sigue sorprendiendo cada día. Por ejemplo, cada vez que camino por Oviedo, así pase todos los días por la misma calle, cada día la veo diferente, distinta, es una ciudad llena de encanto", matiza Loli. Uno de sus escenarios favoritos es "el edificio de Santa Lucía, que pinté visto desde la esquina de El Campoamor, con sol de atardecer sobre su cúpula, con tonalidades que parece que arde". Aunque llevando muchos años pintado, sigue actualmente acudiendo a clases con Amanda.

También la cocina le gusta. No sólo elaborar platos sabrosos sino también compartirlos como el que hoy protagoniza esta página. "Este entremés es riquísimo y muy fácil de hacer. Yo le he puesto el nombre del compañero de trabajo que me dio la receta, que es un grandísimo aficionado a la cocina", matiza.

Se confiesa una enamorada de Oviedo: "Mi padre, Jesús, nos enseñó amar esta ciudad; de pequeños nos llevaba con él a dar largos paseos al Campo, las barracas, el Naranco...."

Nacida en La Tenderina, rinde también homenaje a quienes han marcado su vida. "Pertenezco a una familia donde las mujeres tenían mucha fuerza y nos pusieron el listón muy alto. A mi abuela Hortensia la llamaban la güelina de Muros y, como mi madre, estaba llena de luz y energía. Mi madre siempre tenía la palabra adecuada para cada momento. Y luego está mi amiga Merche, fallecida hace poco , también una mujer poderosa y llena de alegría. Ellas han sido mis referentes y mi ejemplo a seguir. Soy una persona afortunada por haber compartido mi vida con las tres", afirma.