Teo Soriano nació en Extremadura, pero por motivos familiares se mudó a La Coruña cuando era un adolescente. Allí inició su andadura en el dibujo, mientras pasaba un obligado reposo por una enfermedad pulmonar; "aunque mis padres ya me regalaron mi primera caja de óleos cuando tenía 8 años", afirma. Desde entonces, ahí sigue, mostrando en sus obras su inagotable capacidad para observar y fascinarse con todo lo que ve. Una muestra de ello es "Pinturas y ensamblajes", la exposición que se puede ver en la galería Guillermina Caicoya hasta el 28 de abril.
En esta muestra, compuesta por obras recientes, hace ver al espectador "que el mundo es un lugar de matices visuales infinitos". Para ello, explora con el color y con las texturas sus propias emociones, las más íntimas, de una manera abstracta y directa. Así surgen cuadros monocolor o en los que las tonalidades se funden, se ensamblan y adquieren una profundidad impactante para todos los públicos. "No es lo mismo la visión del muro rugoso de una pared blanca encalada para un campesino libre que para un preso", indica. Reconoce que trabaja sin rumbo, sin un objetivo claro, una técnica determinada o un material concreto. "Soy bastante empírico y muy disperso. Casi nunca hago bocetos y destruyo mucha obra". Eso sí, no sale de casa "sin unas acuarelas o un lápiz y un cuaderno". Ha ganado premios y ha estado en las ferias más importantes. Considera que en España hay mucho nivel artístico, "pero seguimos pensando que lo de fuera es mejor. Se necesitan mejores canales para proyectarnos y una mejor formación del público en general".
