Carlos, Charo y Ubaldo subieron ayer algo nerviosos al estrado de la sede de Proyecto Hombre en Oviedo para hablar de su pasado, presente y futuro ante decenas de personas entre las que se encontraba Wenceslao López o su predecesor en la Alcaldía, Agustín Iglesias Caunedo. La timidez dio paso a la seguridad en cuanto vieron rostros familiares. Aquí y allá había antiguos compañeros de la ONG, adultos de aspecto serio que buscaron ayuda para salir de las drogas al mismo tiempo que lo hicieron ellos. Padres, madres y hermanos que compartieron su sufrimiento. Terapeutas. Amigos. Y caras nuevas que esquivaban los flashes de las cámaras y miraban al suelo. Su charla iba dedicada a todos ellos. Los tres son voluntarios de la Asociación de Familias y Amigos de Proyecto Hombre y ayer quisieron compartir su experiencia como antiguos usuarios para celebrar el veinticinco aniversario de esta agrupación.

"Yo me pensaba que era más listo que nadie y que los demás eran unos 'pringaos' que no hacían otra cosa que estudiar o trabajar mientras yo me divertía probando drogas. Pero me equivoqué. Y mucho". Carlos de la Parte, de 69 años, impresionó por su sinceridad. Entró en el programa de ayuda de Proyecto Hombre hundido por la heroína en 1999 y dos años después, ya recuperado, se hizo voluntario de la Asociación de Familias y Amigos. Atiende a cualquier adicto que pida ayuda acompañándole y escuchándole de día o de noche.

Lo mismo hace Charo López, que prefiere limitarse a decir que logró salir "del infierno de la droga" hace más de dos décadas. "Me apunté hace un año al programa de voluntariado. La mejor adicción es ayudar a los demás".

Según el presidente de la ONG en Asturias, Luis Manuel Flórez, "Floro", la labor de acompañamiento que hacen los voluntarios es esencial no sólo para evitar recaídas sino también para devolver la ilusión por vivir y el respeto a los valores del ser humano. "El usuario se da cuenta de que existen las personas desinteresadas y buenas, a las que no les importa acompañarle en uno de sus peores momentos, cuando ni su familia quiere o puede estar ahí".

A Ubaldo López su alcoholismo le costó el matrimonio. "Tuve lo que yo llamo 'una muerte dulce' porque caí en el alcohol sin darme cuenta, entre copas después de cenar y fiestas". Ahora, a los 57 años y tras varios en dique seco, trata de "devolver a diario a Proyecto Hombre todo lo bueno que ha hecho por mí".