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KUBRA KHADEMI | Artista plástica y "performer" afgana

"Abusaron de mí a los 4 años y pensé: con ropa interior de hierro no habría pasado"

"Esperaba los insultos cuando salí con una armadura por Kabul en mi 'performance' pero no las amenazas de muerte"

La artista afgana Kubra Khademi, ayer, en el Museo de Bellas Artes de Asturias. IRMA COLLÍN

Kubra Khademi (Ghor, Afganistán, 1989) tiene la mirada firme, casi tanto como las ideas que mandan en su cabeza y que transmite con su arte. Siempre tuvo clara su vocación, a pesar de los golpes de su madre, las negativas de sus hermanos a que fuera a la universidad y las críticas de sus vecinos, habitantes de una sociedad en la que la mujer "no cuenta absolutamente nada", afirma. Pero nada ni nadie pudo con ella, ni con su manera de entender el arte, que canaliza a través de las "performance". Ni los abusos sexuales que sufrió, ni las amenazas de muerte que la obligaron a salir de su tierra y exiliarse en París hace un año, tras realizar la "performance Armadura" en Kabul. Ahora, Khademi es conocida en todo el mundo por haber convertido su cuerpo en un estandarte en favor de los derechos humanos y la igualdad de género. Por eso, el Conseyu de la Mocedá del Principado de Asturias la ha escogido para realizar diferentes acciones en la región (ayer una conferencia en el Museo de Bellas Artes; hoy un encuentro con artistas en la Sala Borrón y una "performance" en Gijón (plaza de Europa, 20 horas); y mañana, un encuentro con mujeres en Oviedo) para celebrar el 30 aniversario de la ley que permitió su creación.

-¿Cuándo empezó a sentir interés por el arte?

-De niña dibujaba en las paredes de casa, a pesar de que mi madre me pegaba por hacerlo. A los 4 o 5 años fui con ella a unos "hammam" (baños públicos para mujeres) y me quedé impresionada. Volví a casa, y a escondidas, hice varios dibujos de mujeres desnudas y los escondí en la alfombra. Cuando mi madre los encontró me pegó con cable eléctrico y me dejó el cuerpo lleno de marcas. Me sentí culpable por aquello durante 20 años, parecía que todo lo que hacía estaba mal. Y de ahí surgieron mis dibujos, aunque yo no sabía que era arte.

-¿Cómo consiguió hacerla cambiar de idea?

-Ella me animaba a dibujar, pero no desnudos. Lo veía como algo prohibido. Era la actitud habitual en mi país, y mi arte era una reacción a esa represión. Mi madre es muy religiosa, va todos los días a la mezquita, y le costó entenderlo. Pero me ayudó mucho y hoy lo ve con buenos ojos.

-Ha tenido una vida dura, ¿es el origen de todo?

-Cuando era una niña, un hombre mayor, desconocido, abusó de mí. Nunca dije nada porque me sentía culpable, pensaba que lo había provocado yo por ir sola por la calle. En 2008, después de acabar mis estudios de Bellas Artes en Pakistán, regresé a Afganistán. Y el primer día un hombre me volvió a acosar. Grité y la gente de alrededor me empezó a abuchear. En ese momento volvió la culpabilidad y me vino a la cabeza un pensamiento recurrente. Si hubiera tenido ropa interior de hierro, nunca habrían pasado ninguna de las dos cosas.

-Y eso es "Armadura", la "performance" de Kabul.

-Sí. Cada vez que caminaba por Kabul me sentía como un objeto sexual. Una sensación que tienen allí las mujeres cada día. Por eso decidí hacer la "performance" en el mismo sitio en el que había sufrido el acoso, para enfrentarme directamente con la realidad. Me estuve preparando durante dos meses y realizando la armadura durante otro mes. Me sentí preparada y salí a la calle.

-¿Se imaginaba lo que iba a ocurrir?

-Pensé que me podrían insultar o empujar, como ocurrió, pero no que me amenazarían de muerte y que tendría que abandonar mi país.

-¿Se arrepintió en algún momento de aquello?

-Nunca, si pudiera volver a atrás lo volvería a hacer.

-¿Su familia ha sufrido consecuencias por sus acciones?

-A mi madre le insultaron en la mezquita, diciéndole que yo era una "puta" y que cómo se atrevía a ir a rezar allí. Les han ridiculizado y han pagado un precio muy alto socialmente. Pero mi madre siempre me dice que es importante lo que he hago.

-¿Ha mejorado la situación en Afganistán con la presencia de las fuerzas occidentales?

-Ha empeorado. Esas situaciones de acoso ocurren cada día. Hace poco una niña refugiada fue violada, asesinada y descuartizada por un adolescente en Afganistán; y la sociedad lo consiente. Es algo habitual. Los occidentales están allí por otros intereses, no para atajar esa problemática.

-¿Alguna mujer afgana ha valorado su "performance"?

-Algunas feministas me atacaron. Decían que por culpa de lo que había hecho, muchas mujeres no podrían ir a la universidad porque parecía que eso era lo que se enseñaba allí. Pero muchas otras me lo han agradecido, mi madre entre ellas, y me quedo con eso.

-Ahora vive exiliada en París, ¿cómo ve desde aquí la situación con el terrorismo islámico?

-Los atentados que se ven ahora en Europa o en Turquía son el día a día en mi país, así que veo que desgraciadamente eso se está extendiendo a todo el mundo.

-¿Alguna vez se ha sentido rechazada por su origen?

-No, pero porque me relaciono con gente del mundo del arte. Aunque tengo compatriotas que sí están sufriendo rechazo.

-¿Cómo es su relación con la religión?

-Esa es una palabra de hombres (sonríe).

-Sabe lo que es la condición de refugiada en primera persona. ¿Cómo ve la crisis actual en Europa?

-Mi familia y yo vivimos como refugiados primero en Irán y luego en Pakistán. Seis de mis nueve hermanos y mi madre siguen allí. Creo que algunos gobernantes europeos se están equivocando con sus políticas. Están negando derechos humanos.

-¿Se siente libre?

-No, porque sigo recibiendo amenazas y porque no puedo volver a mi país. Pero confío en poder volver algún día a casa.

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