Un cerezo en la Universidad, plantado ayer en un rincón verde, al sol del mediodía, junto a la Facultad de Formación del Profesorado, en el campus de Llamaquique, servirá para recuerdo y homenaje a las víctimas de los accidentes nucleares de Chernobil, en la actual Ucrania (1986), y el más reciente de Fukushima, en Japón (2011).

La actividad fue dirigida por la profesora y pedagoga ambiental Esperanza Fernández. Ojalá con este árbol "también plantemos sensatez y que su savia se convierta en sabiduría", dijo a un pequeño grupo de profesores y alumnos del centro universitario.

Un acto cargado de simbolismo. Por la especie misma, el cerezo que abunda en Europa pero que es, con sus características flores blancas, un icono de la cultura popular del Japón.

Hoy se cumplen justamente 30 años del accidente nuclear más grave de la Historia. El 26 de abril de 1986, a las dos de la madrugada, una explosión de hidrógeno provocó un desastre ecológico inédito y la alarma del mundo. Seiscientas mil personas recibieron altas dosis de radiación y se detectó radioactividad en trece países de la Europa central y del norte. Por entonces se calculó que la cantidad de material radioactivo y tóxico expulsado fue unas 500 veces superior a la explosión de la bomba atómica en Hiroshima, en 1945.

Alfombra de libros

Chernobil, en aquel momento territorio de la Unión Soviética, sigue atesorando misterios sin desvelar. O no se pudo no se quiso. El desastre de Fukushima, en 2011, tampoco ha despejado muchas incógnitas.

El acto reivindicativo de ayer en Oviedo contra la energía nuclear, que contaba con el apoyo de Ecoloxistes n´aición, se inició con una "plantación" de libros relativos al tema. Cerca de cuarenta volúmenes alfombraron el pequeño triángulo verde donde fue plantado el cerezo.

Al final de la "ceremonia" ecologista la profesora Esperanza Fernández leyó unos testimonios del libro "Voces de Chernobil", de la escritora y periodista Svetlana Alexievich. Testimonios desgarradores de quienes sufrieron el accidente de primera mano y lo perdieron todo. El libro es de 1997. Svetlana Alexievich, de nacionalidad bielorrusia, ganó el premio Nobel de Literatura en 2015. "Que germine y dé frutos", le desearon los presentes al nuevo cerezo del campus. No sólo se referían a las cerezas; también a las ideas y a los sueños de una vida mejor.