He visto morir a pocas personas, una de ellas el maestro Junceda. Por fortuna llegué a tiempo a su casa, pude cogerle la mano y acompañarle hasta el final en una agonía tranquila. Trabajé con él desde el año 1975 hasta la jubilación y el único mérito que puedo tener en mi carrera es haber sido colaborador suyo.
No puedo hablar de él objetivamente porque era un fenómeno, un hombre controvertido y fuera de serie: el mejor oftalmólogo de Asturias en su época, impulsor de la Facultad de Medicina, del Centro Médico, de la Real Academia de Medicina de Asturias y León, opositor eminente, investigador y gran publicista con más de cien trabajos.
Fue atacado en varios frentes y le "robaron" muchas de las ideas que tuvo, como el sanatorio Girón, que acabó en lo que acabó. Lamento que, a pesar de toda su trayectoria profesional, en Asturias sea a la vez el mejor de su generación y un gran desconocido. Deja más de treinta residentes formados bajo su batuta y repartidos por toda España, que continuarán aplicando sus célebres enseñanzas.
Se nos va un gran hombre, un amigo, un gran creyente. Descanse en paz.
