Luisa Medina se despertó ayer todavía sobresaltada. No habían pasado muchas horas desde que los bomberos le permitieron volver al domicilio en el que reside y trabaja, cuidando a la propietaria de uno de los pisos de la segunda planta del número 4 de la calle Gil de Jaz. Fue en su edificio en el que, cerca de la medianoche de ayer, se produjo un incendio en el interior de la notaría de José Antonio Caicoya que obligó a desalojar a los vecinos de las 122 puertas que lo componen. Y ella fue la que dio la señal de alarma. "Escuché unos ruidos en el patio, abrí la ventana, y empezó a entrar un humo negro que se apoderó de la cocina", cuenta. Avisó a sus vecinas, puso a la señora que cuida en su silla y abrió la puerta para bajar al portal. "Cuando vi el humo en los pasillos pensé: no salimos de aquí, esto es otro Uría", aseveró.

Fueron los vecinos más jóvenes y el portero, Baldomero González, los que se encargaron de llamar a todas las puertas y avisar a los bomberos, que localizaron el origen del fuego. "Entregué las llaves de la notaría a los bomberos y descubrieron que el problema venía del cableado de una viga, en la que estaban situadas las alarmas", explica Jorge Caicoya, hijo del propietario. A pesar de la cantidad de humo, "no se ha dañado ningún documento, solo el techo y la estructura de madera en la que se originó el problema. Afortunadamente, la columna se encontraba en la recepción, aislada del resto de estancias", añadió. Aunque la Policía seguirá con sus investigaciones, la notaría ya está casi en pleno funcionamiento.