Al final de una larga cola, Marisol Peláez esperaba para entrar a visitar el monasterio de San Pelayo con un programa de la Noche Blanca en la mano. Eran las ocho de la tarde y tenía que organizarse para intentar no perderse ni una sola de las actividades programadas dentro del cartel de la fiesta cultural. "Hay tanto por ver que es imprescindible establecer un recorrido con criterio, si no lo haces te pierdes la mitad y hay muchas cosas a las que merece la pena asistir", explicaba mientras avanzaba la fila. No le faltaba razón a Peláez y por eso no fue mala su estrategia, ya que entre la tarde y la noche de ayer se pusieron a disposición del público más de treinta actividades culturales repartidas por diversos puntos de la ciudad.

La visita al monasterio de San Pelayo volvió a ser una de las citas con más afluencia. Fueron muchas las personas que asistieron al convento para ver cantar a las monjas, visitar el claustro y disfrutar de los espacios que habitualmente están cerrados al público. "Los ovetenses tenemos aquí un tesoro oculto. Normalmente vemos la fachada, o como mucho la iglesia, pero estar en este claustro y disfrutar de cada uno de sus detalles no tiene precio", señalaba Francisco Pérez con su cámara de fotos al cuello. "Aprovéchalo bien porque no hay muchas oportunidades para hacer lo que estamos haciendo", le decía a su hija Tamara.

Muy cerca de allí, en la plaza del Ayuntamiento, también había colas. En ese caso se formaron para tomar parte en la iniciativa "Un trozo de noche blanca", organizada por la artista Brezo Rubín, en colaboración con la actriz madrileña Marina Andina, en los soportales del Consistorio. Quienes estuvieron allí se llevaron una caja pintada por ellos mismos que les servirá de recuerdo de la Noche Blanca. "Cada uno dibuja lo que le sugiere este día en una caja que es negra como la noche y en su interior coloca un mensaje que puede elegir entre los que nosotras le ofrecemos, todos con carácter poético, o escribirlo de su puño y letra", explicaba Brezo Rubín. Evelina Krzyzowska, una joven polaca estudiante de arte dramático fue una de las que quiso llevarse a casa un trocito de Noche Blanca. "He pintado un árbol, que para mí alude a la estabilidad. Además le voy a pedir a mi amiga Olaya que me escriba un mensaje para guardarlo de recuerdo", aseguraba aún con el pincel en la mano. En la misma plaza del Ayuntamiento, a las diez de la noche, se celebró un concierto a cargo de Kat Falcone, que deleitó a los asistentes con un repertorio entre el folk y la música alternativa.

También en el centro, en el edificio histórico de la Universidad, Soraya Martínez y Pedro Secades esperaban a que se abriesen las puertas para asistir al concierto de Pablo Moro, una actuación en la que el músico ovetense hizo un repaso por las canciones de sus cinco discos. Al mismo tiempo, es ese mismo espacio, el artista Toño Velasco elaboró un gran mural improvisado en el que dibujó a más de doscientas personas anónimas para formar su "gran familia".

Inda Santos y Eduardo Rodríguez estuvieron de ruta por todos esos lugares junto a un grupo de amigos, parando de vez en cuando a tomarse unas cañas para continuar el recorrido. Ellos acudieron además a la Plaza del Paraguas, donde asistieron a una actuación introspectiva dirigida por Ignacio Martínez que englobó cinco disciplinas artísticas: vídeo, arquitectura, diseño, fotografía y música. También fueron al Museo de Bellas para asistir a la representación de un cuadro viviente: el "Filandón en el Monasterio de Hermo", del pintor Álvarez Catalá, a cargo del Conceyu Tradicional Vezos Astures. A las puertas del museo estuvieron también integrantes de la iniciativa "Alcayata Projet", como el escultor Kiko Urrusti o el artista Israel Sastre que ayer aprovecharon para hacer una "colgada" colectiva de sus obras en la fachada del espacio cultural.