"No acabo de comprender que una mujer como ella, de carácter fuerte, culta y ordenada, llegase a tal estado de subyugación por un hombre. Quería a su novio, pero no veía que era un mentiroso compulsivo. La anuló y aisló de su entorno". Uno de los mejores amigos de Isabel Márquez Uría hizo ayer un minucioso retrato de la mujer de 65 años que falleció el 5 de noviembre de 2015 tras ser golpeada con una mancuerna presuntamente por su pareja sentimental, Jorge Portillo. Fue una de las diez personas que ayer testificaron en la sección segunda de la Audiencia durante la segunda jornada del juicio por este crimen. También declaró el administrador del piso de la calle General Zuvillaga en el que vivía la víctima, el dueño del hotel ovetense donde Portillo se alojó durante dos noches después del crimen, una empleada de la oficina anexa a la vivienda que compartía la pareja y seis miembros del Cuerpo Nacional de Policía (tres agentes, un inspector y dos subinspectores).

Estuvo presente el único sospechoso, que en la primera jornada del juicio se declaró culpable de la muerte de Isabel Márquez, aunque añadió que estaba afectado por el alcohol. Portillo, de 53 años, se sentó junto al estrado cerca de su abogada y permaneció con las manos entrelazadas y la mirada fija en un punto indeterminado las tres horas y media que duró la vista oral.

El amigo íntimo de la fallecida tampoco le miró durante su declaración y se refirió a él en todo momento como "ese hombre". Este testigo -que estudió con Isabel la carrera de Historia, es el padrino de su hijo y compartía con ella la afición por los conciertos de música clásica- relató que la víctima "cambió muchísimo desde que conoció a Jorge", hasta el punto de no responder el teléfono. "En una ocasión, tras llamarla muchas veces, recibí un 'whatsapp' de su novio que decía que los dos estaban bien y se habían ido al Angliru". Además, declaró que al principio de la relación, Portillo le cogió una tarjeta a Isabel y le sacó 300 euros sin permiso. "Primero le denunció, pero luego retiró la demanda porque él le pidió perdón".

El casero del piso donde Isabel vivía en régimen de alquiler desde 1986 (que en realidad es hijo de la propietaria de la vivienda) describió a Portillo como "un hombre liante" que llegó a proponerle comprar el apartamento con el visto bueno de Isabel. "Quedamos una docena de veces ante una notaría y nunca apareció por diferentes excusas". Afirmó también que en los aproximadamente cuatro años que duró la relación sentimental de la pareja, dejó de ver a su arrendada por la calle "con la frecuencia de antes", mientras que a Jorge se lo encontró en bares. La última vez que lo vio fue el 6 de noviembre (un día después del crimen) en la puerta del garaje a bordo del coche de Isabel. "Me hizo un gesto para que fuera a hablar con él y me dijo que ella se encontraba muy mal, así que le pregunté si estaba en el hospital. Respondió que no, que acababa de dejarla en Bilbao para que viera a un familiar alto cargo de un banco. Ahora sé que estaba muerta".

La arrendada debía por aquella época tres meses de alquiler (julio, agosto y octubre de 2015), le habían bloqueado una tarjeta y su piso no tenía luz. Portillo la mató presuntamente el 5 de noviembre hacia las 14.30 horas. Pasó dos noches en un hotel de la calle Santa Clara, se tomó un vermú en una sidrería, el día 9 viajó en tren y autobús a Avilés, Luanco, Candás, Perlora y Gijón con la intención de quitarse la vida y finalmente se entregó en la comisaría local de Gijón.

La Fiscalía y las acusaciones piden para él un apena de prisión de 25 años y 10 de libertad vigilada. El juicio se reanuda hoy.